Desempolvar el archivo

Un recorrido por los inicios del estilo contemporáneo, que comienza en los felices 20 y termina en la actualidad. La visión de la moda del revolucionario Christian Dior en tiempos de su New Look, o de Yves Saint Laurent o Pierre Balmain, a través de la mirada de genios fotográficos como Hans Feurer, Thierry Le Goues o Henry Clarke, del que te ofrecemos una panorámica.

Texto Gorka Goenaga

Fotos Henry Clarke/Collection Vogue Paris/Getty Images

La noticia la comunicaba la compañía de Seattle el pasado junio, a través de su vicepresidente senior, Adrian Murrel, y el director general de la empresa editora de Vogue, Condé Nast Francia, Xavier Romatet. Ambos coincidían en que se estaba creando uno de los archivos fotográficos de moda mayores del mundo y que respondía al aumento de la demanda internacional de imágenes vintage sobre alta costura.

No es de extrañar, puesto que la moda con mayúsculas se ha incorporado a nuestra vida con absoluta rapidez en la última década, convirtiéndose en un bien material y cultural indispensable para las nuevas generaciones. Generaciones que, seguramente, apenas habían oído hablar nada de Henry Clarke, el fotógrafo oficial y en exclusiva para Vogue Paris durante más de veinte años, y uno de los más fieles retratistas del New Look de Dior en la década de los cincuenta. Clarke, nacido en Los Angeles en 1919, se formó como ayudante en los estudios de la editorial Condé Nast en Nueva York, y tras conocer al enorme Cecil Beaton, quizá el primer gran hombre mítico de la fotografía de moda, decidió abandonar su trabajo, comprarse una cámara y comenzar una nueva carrera. Clarke emigró a Francia en 1949. En París se reintrodujo en el mundo de la moda, y empezó a disparar aristocráticas imágenes donde perfilaba el nuevo tipo de mujer (liberada, sofisticada, sexy, activa y con poder de decisión) planteado por los nuevos diseñadores del momento –Dior, Chanel, YSL–, y que tomó cuerpo en un buen número de modelos míticas como Suzy Parker o Bettina. En palabras del experto en fotografía y vicepresidente del Archivo Hulton de Getty Images, Matthew Butson: “Clarke perteneció a un exclusivo grupo de fotógrafos de moda cuya imaginería tendía más a hablar sobre la forma humana que sobre la ropa que la cubre”. Idealista y soñador, el trabajo de Clarke hablaba de un confort y un progreso de libertades y de placeres, donde el hedonismo y la picardía aparecía siempre con un carácter frívolo pero a la vez fundamental, casi sacro. Su absoluto convencimiento en la foto narrativa, y su uso del “maniquí y la modelo más como un prototipo de acción o de individuo que como un soporte para la ropa”, en palabras de Butson, lo convirtieron en un renovador del género.

Dotado también para el retrato intimista (ahí están sus archiconocidas instantáneas de Maria Callas, Ana Magnani o Audrey Hepburn), Clarke fue fiel toda su vida a Vogue Paris, aunque trabajó también con las versiones británica y americana y con Harper’s Bazaar. A partir de los años sesenta, cuando Diana Vreeland se convierte en la editora de la revista, su estilo va a cambiar. Siendo ya uno de los primeros gurús del color fotográfico, que trabajaba con delicadeza pastel, Diana lo manda a localizaciones históricas del desierto sirio y egipcio, donde creará una nueva vertiente en la fotografía de moda, que aún hoy permanece. Esos viajes, y el lado místico y algo folk de sus fotografías, tendentes a reproducir turbadoras mujeres a modo de deidades primigenias, tendrán no poca importancia dentro de la imaginería posterior del hippismo (basta ver películas como Jesucristo Superstar) y en relación a sus rituales lisérgicos o animistas. Clarke murió en 1996, y cedió todas sus fotografías al Museo Galliera de París. Ahora vivirá una resurrección necesaria gracias a la puesta en servicio de este gran archivo fotográfico.

Fuente: Shangay