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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

viernes, 30 de noviembre de 2007

Warhol. En la cápsula del tiempo

Comisaria: Estrella de Diego. La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Hasta el 20 de enero

Autorretrato travestido, 1981

Autorretrato de Warhol, en 1978Estado Español.- La Casa Encendida celebra su quinto aniversario con la organización y exhibición de dos exposiciones, una inaugurada hace tiempo, Vida y hechos de Arthur Rimbaud, que tuvo como visitante de lujo a la cantante Patti Smith, que se hubiese desmayado al ver alguna de las piezas de ésta que comento, Warhol sobre Warhol, dedicada al que cabe considerar el más célebre y popular de los artistas de la segunda mitad del siglo XX. Decir antes que ninguna otra cosa, que la muestra es auténtica obra mayor, más propia quizás de un museo que de un centro de las características de su anfitrión, que, y esto es mérito suyo, ha cargado con el esfuerzo que un evento así exige.

Su comisaria, la catedrática de Arte Contemporáneo y escritora Estrella de Diego es, además, una de las grandes especialistas internacionales en la figura del artista, al que ha dedicado, entre otros ensayos, un título específico y significativo, Tristísimo Warhol.

Autorretrato de Warhol, en 1986La exposición y su correspondiente catálogo están dedicados al recientemente fallecido Robert Rosenblum y de algún modo, al igual que todavía puede contemplarse en la Fundación Juan March una muestra que recoge las ideas principales de su libro La pintura moderna y la tradición del Romanticismo nórdico, ésta hace lo propio respecto del Tristísimo Warhol de Estrella de Diego: cumple con muchos de sus presupuestos fundamentales y, como no podía ser menos, pues ha transcurrido casi una década, acentúa y subraya otros y plantea nuevos enfoques, aspectos e interpretaciones. Desde otra perspectiva cabría preguntarse: ¿qué ha pasado con las ideas de la comisaria, con las nuestras propias, en esos diez años?

En palabras de Estrella de Diego, Warhol sobre Warhol quiere presentarnos la autobiografía de un sujeto fracturado que se contempla permanentemente en un espejo -desde la conciencia contemporánea de la autobiografía como género-, a la vez que quiere ser un análisis de quién es Warhol veinte años después de su muerte. Un intento, pues, de redimensionar su figura sustentado, fundamentalmente, en los aspectos performativos de su actividad artística y vital.

De este modo, la exposición -extraordinariamente bien montada por Ángel Bados, que parece haberse especializado en estos retos- se constituye primordialmente sobre fotografías del propio Warhol y de amigos y colaboradores que le rodearon, en tal número y en una secuencia cronológica tan escrutada que nos permite seguirle de principio a fin de su existencia y siempre en momentos que, pese a lo cotidiano, lo aparentemente banal o, por el contrario, lo excepcional del hecho, resultan tanto reveladores de un personaje ya conocido como constituyentes de otro, más insólito e inesperado, que se nos muestra por primera vez.

Efectivamente, las fotografías tomadas por Warhol en el curso de tres décadas o las que le hicieron por cientos o miles otros, son un archivo documental impresionante, como lo son, también, en cierto sentido, las pocas piezas elegidas de entre su producción que están expuestas -si exceptuamos el cine, al que se dedica un apartado exclusivo y completo, quizás por el convencimiento de Estrella de Diego de que la esencia de su trabajo es fílmica, eso sí, sin montaje, de modo que en Warhol tiempo y espacio fluyen-. Pero son a la vez, o al menos así se muestran, obras de arte, piezas de un intrincado proceso de construcción tanto de la figura y la persona del propio artista como de un entorno y unas maneras inexistentes sin él.

Autorretratos de Warhol, entre el 63 y el 64Si las fotografías nos llevan por un periplo en blanco y negro iniciado en sus años de aprendizaje -con una impagable fotografía de Leila Davies Singelis de un jovencísimo Warhol ante el escaparate de una ortopedia genital masculina-, que tuvo su eje en los días de The Factory -que recorremos desde el desorden de los talleres de serigrafía hasta las sesiones de fiesta- y que concluye con la irrupción de la gente de los años ochenta -seguramente los que mejor entendieron este otro Warhol-, las piezas originales irrumpen con los primeros retratos de Marilyn y Jackie -con un boceto por el que asoma el alma de pintor de aquel en cuyos Diarios la frase más repetida es "todos se fueron y yo me quedé dibujando"-, los dibujos publicitarios de zapatos, sus autorretratos, la impresionante serie de serigrafías sobre Mike Jagger propiedad del Stiftung Ludwig de Viena, con sus impúdicos marcos de oro, los retratos de artistas -Warhol, como los clásicos, sólo quiso emparentarse con los grandes- y, finalmente, los últimos retratos públicos.

Unas y otras nos aparecen agrupadas y equiparables como si fuesen materiales de una de esas cápsulas del tiempo, cajas de cartón que Warhol acumuló por cientos a lo largo de su vida y que contenían "detritus cotidiano de su vida, salpicado aquí y allá de alguna gema ocasional", tanto objetos y materiales de la vida diaria como dibujos del artista, fotografías tratadas y otras muchas cosas más. Llegó a guardar una con la "Ropa de la madre de Andy Warhol". El catálogo dedica un capítulo al contenido de la Time Capsule 21, estudiada por el archivero del Andy Warhol Museum, Matt Wrbican y Estrella de Diego afirma que "las fabulosas cápsulas del tiempo son las más insumisas y más conceptuales de las obras maestras del artista".

No es, a mi modo de ver, la futilidad de los objetos que Warhol utiliza como motivo lo que nos resulta amenazador o nos asusta, sino su carácter opaco de jaulas de la memoria. Hace de los sujetos, objetos de mitología y de los objetos, sujetos de la mortalidad del deseo. Comparte con Marcel Duchamp haber hecho de sus renuncias afirmaciones cargadas de continuidad. ¿Le extrañaría a Warhol, me pregunto, la pervivencia de sus opciones y caprichos?

En cualquier caso, puede decirse que en la exposición no hay nada o casi nada de lo esperable de Warhol y, sin embargo, en ella esta todo o casi todo Warhol.

Y más, pues si un texto abierto es consciente de lo transitorio de las verdades, Warhol sobre Warhol es una exposición abierta que deja al visitante establecer sus propios recorridos. En mi caso, las derivas que más me han interesado son dos. La primera viene dictada por la impresionante serie de Warhol travestido, realizada por Chistopher Makos y titulada Imágenes alteradas. No es tanto el hecho de la adquisición de una personalidad nueva o la impronta del sexo -que, curiosamente, queda como eludido-, sino las elucubraciones que sugiere. Así, para el propio Makos, responde al anhelo de Andy de poseer "un aire de dama bien de la zona buena de Nueva York" y Andy mismo confesaba que le fascinaban los chicos que se pasaban la vida tratando de ser chicas, porque tienen que trabajar dos veces, quitándose lo que tienen de chicos y poniéndose lo que precisan de chica. Y no he podido evitar que esas fotos de un Warhol mayor, que exhibe sus arrugas y su primer decadencia física, me hiciesen pensar en la glamurosa madre que le hubiese gustado tener. No en vano Hilton Als decía que Warhol adoptaba en The Factory el papel de "figura materna".

La segunda y última es la relación de Warhol con la muerte. Si en las piezas hasta 1968 la muerte es siempre la de otros, desde los disparos de Valery Solanas la muerte será siempre la suya. Sombras de las que es testigo y modelo de una vanitas en la que la calavera de lo efímero duerme sobre su cráneo. Un halo de tristeza, como el título del libro de Estrella de Diego, que me lleva a un extraño retrato final en el que Warhol es un artista romántico, una manera congelada del héroe de nuestro tiempo.

Mariano NAVARRO

Fuente: El Cultural


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