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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

jueves, 25 de octubre de 2007

Picasso en blanco y negro

Antonio Cores, ayer, durante la inauguración de la exposición en el Museo de Bellas Artes de Asturias.

El Museo de Bellas Artes de Asturias presenta «Picasso visto por Antonio Cores», una muestra de trece imágenes del pintor malagueño
Oviedo, M. S. MARQUÉS
Estado Español.- El cuadro «Mosquetero con espada y amorcillo», que Picasso pintó en 1969 y que forma parte de la colección Pedro Masaveu, hoy propiedad del Principado, abandonó ayer su lugar habitual en el Museo de Bellas Artes de Asturias para recibir a Picasso.
El cuadro, instalado en el patio del palacio de Velarde, da paso a la muestra «Picasso visto por Antonio Cores», que recoge trece instantáneas de gran formato del encuentro que el fotógrafo asturiano tuvo con el artista malagueño en Francia, en 1966. Se trata de una selección que muestra la figura del pintor en diferentes escenarios y siempre en solitario, excepto en una ocasión en que aparece junto a Luis Miguel Dominguín.
Antonio Cores toma contacto por primera vez con la fotografía en París en 1960, colaborando en un laboratorio fotográfico. Ahí inició una andadura que a lo largo de estos años le ha llevado por distintos lugares del mundo, deteniéndose especialmente en África, adonde, tras distintas incursiones, regresó en 1975, para quedarse nueve años.
«Allí conocí a la gente más pura, más feliz y más inteligente, y me hubiera quedado si no fuera por la guerra». Cores, que asistió ayer a la inauguración de las fotografías de Picasso en el Museo de Bellas Artes, apuesta por el trabajo que realizó en África como el más importante de su carrera. Allí hizo reportajes fotográficos con distintas tribus. La realizada con los nubas alcanzó gran éxito.
«El encuentro con Picasso fue una casualidad y una suerte, un regalo que me cayó del cielo gracias a Luis Miguel Dominguín». Para el asturiano, aquel encuentro fue la oportunidad de conocer a una figura que le impactó por su humanidad y vitalidad. «Descubrí a una persona cariñosa e interesada por España de manera excepcional. Durante los días que estuve allí se dedicó a mí y no hizo otra cosa, dejó de pintar y me enseñó todo lo que creía que me podía interesar». En ese viaje, Cores también conoció a Rafael Alberti. Juntos disfrutaron hablando de España.
«Picasso estaba obsesionado con este país, con especial interés por los toros y el flamenco. Aquellos días en las tertulias nocturnas que acabaron en fiestas españolas bailó con La Polaca y con Antonio Gades, con las notas de la guitarra de Emilio de Diego».
Ese encuentro francés con Picasso fue revelador en otros sentidos para Cores. Se acercó por primera vez al mundo indígena admirando unas máscaras de arte africano que le mostró el pintor malagueño. Después vinieron esos viajes por el mundo de los que el fotógrafo se siente hoy especialmente orgulloso.
Las fotografías del Museo de Bellas Artes de Asturias ofrecen una imagen del artista en plena madurez. Son instantáneas realizadas en blanco y negro y en un entorno que permite reconstruir interesantes aspectos no sólo del encuentro, sino también de los lugares que frecuentaba Picasso en esa etapa ya final de su vida.
La exposición coincide con una carpeta que incluye las trece fotografías, editada por la galería Vértice de Oviedo. Cores no descarta que más adelante haya otras exposiciones, ya que son muchas las imágenes de aquel encuentro entre amigos que merecen ser conocidas. El fotógrafo prepara ahora, desde su residencia de Meres, una nueva serie de Picasso que le han solicitado de la Bienal de Chicago. Además está a punto de iniciar un trabajo en Marruecos por la ruta de las kasbahs y prepara una serie de fotografía aérea en España.


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