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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

sábado, 13 de septiembre de 2008

Crisis en la fotografía documental

El Festival Visa pour l’Image, de Perpiñán, celebra sus 20 años expresando la profunda depresión del fotoperiodismo

Andrés Pérez

Francia.- El Festival Visa pour l’Image, principal cita mundial de la fotografía documental y el reportaje de autor, festeja este año en Perpiñán sus 20 años de existencia. Un festejo marcado por las dudas y la depresión de un oficio de ilustre tradición: la organización puso sobre la mesa la crisis profunda que vive la profesión, a causa de la presión financiera sobre los fotógrafos cada vez más paupérrimos y de la abundancia de imágenes instantáneas con visión única del mundo.

Los grandes nombres de la fotografía documental están presentes para esta edición, que terminará el próximo día 14. Una retrospectiva de Alexandra Boulat, el trabajo de Marie Dorigny con los pobres del estado indio de Bihar, las explosiones iraquíes de Yuri Kozyrev... Larga es la lista de fotógrafos célebres que presentan con todo lujo de detalles sus mejores trabajos. Unos trabajos que, por otra parte, en muchos casos dieron varias veces la vuelta al planeta del papel satinado y las rotativas.

Lo especial de la edición de este año es que el selecto círculo de organizadores del festival, coordinados por el director Jean-François Leroy, ha optado por poner sobre la mesa algo que normalmente todo el mundo suele guardar en secreto en la corporación de los foto-reporteros: las dudas de toda una profesión. De la era de los Jo Rosenthal, autor de la foto de guerra de Iwo Jima, o Yevgueni Khaldeï, el que se encaramó al Reichstag de Berlín para fotografiar la bandera roja, hemos pasado al flujo instantáneo de millones de imágenes de todo.

Los fotógrafos, que antes eran aventureros capaces de traer la imagen que haría descubrir un mundo desconocido, son hoy los obreros que retransmiten –casi en directo, en el caso de los fotógrafos de la agencia AP, equipados con un retransmisor cableado a su aparato numérico– un flujo inmenso con más de lo mismo archiconocido, especialmente si es Carla Bruni-Nicolas Sarkozy o el vientre de Rachida Dati. Del flujo podría salir la pluralidad, pero en realidad está saliendo una visión uniforme del mundo. El fotógrafo de un país del norte viaja a un lugar deslabazado del sur para traer imágenes de barbarie o de extrema pobreza, encargadas por un redactor jefe que sabe lo que quiere y cuyos lectores saben que él sabe lo que ellos quieren.

Las prisas globales

“Hace 20 años, un tipo podía partir especulando sobre un tema y si a la vuelta su trabajo era bueno, se publicaba y se ganaba la vida”, explica el director del festival. Hoy, añade, “si esos fotógrafos no tienen sus imágenes en línea en tiempo real, si lo que hacen es enviar sus CD a Paris Match, VSD o Newsweek, es demasiado tarde, porque los acontecimientos se han acabado y las publicaciones ya han pasado a otro asunto”, subraya.

En paralelo, un inmenso proceso de concentración en grandes grupos se ha zampado a buena parte de las agencias independientes. Hoy, un redactor jefe tiene en su ordenador 260 hilos de agencias en las que puede encontrar cientos de miles de imágenes de todo buscando con una simple palabra. ¿Para qué escuchar al joven fotógrafo de un colectivo independiente que dice que ha estado no se sabe dónde y que fotografió no se sabe qué con no se sabe qué idea? Es la segunda gran duda de la profesión: cada vez más autores fotógrafos documentales independientes, incluidos nombres conocidos mundialmente, malviven como mileuristas y, aun así, para llegar a fin de mes, tienen que hacer fotos para catálogos de un supermercado o de anuncios de viagra.

El foto-reportaje de autor quizá esté llegando al final de un ciclo. Final que queda ilustrado en una exposición en Perpiñán. En un muro, las fotos horrendas de sangre y cuerpos retorcidos durante los linchamientos en Kenia en enero pasado. Un fotógrafo optó por quedarse y disparar a lo largo y ancho. Al lado, la placa presentando al autor: un occidental rubio autosatisfecho, que no vacila en presentarse como el típico aventurero que se fuma un puro al regresar a París. En las mentes de los que saben, la idea clara de que miles de fotógrafos tuvieron esas mismas fotos y todo el mundo sabe que ese fotógrafo que se las da de aventurero no consigue ganarse la vida con sus fotos, y por eso fotografía más sangre lo más rápidamente posible, para intentar venderlo al mejor postor.

Eso sí que es bárbaro.

Fuente: Publico


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