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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

domingo, 31 de agosto de 2008

La fotografía según Carlos Barría

Carlos Barría

En la actualidad la tarea del fotógrafo Carlos Barría es reconocida a nivel mundial. Sus imágenes han sido motivo de numerosos premios nacionales e internacionales y fueron expuestas en varios países. Realizó coberturas de guerras, Juegos Olímpicos, desastres naturales, entre otros hechos. Aquí, su historia, en un extenso y personal reportaje para ANB.


Conflictos armados en medio oriente (foto Carlos Barría)

Carlos Barría nació en San Carlos de Bariloche hace 29 años. Y desde hace una década se dedica a la fotografía. En su haber cuenta con la cobertura de significativos y diversos hechos noticiosos, tales como los Juegos Olímpicos Atenas (2004); huracanes Katrina, Wilma y Rita, Estados Unidos (2005); Mundial de Fútbol, Alemania (2006); guerra entre Israel y Líbano (2006); 50 aniversario de la revolución cubana (2006); dos veces cobertura de la guerra en Iraq (2007); elecciones primarias en Estados Unidos (2007-2008); la visita de Papa a los Estados Unidos (2008) o los Juegos Olímpicos de Beijin (2008)
Su labor como reportero gráfico le ha valido importantes premios como World Press Photo (2002), POY, Pictures of the Year (2006 y 2007), NPPA (2007), China Internacional Contest (2005, 2006 y 2007) o ser considerado el mejor fotógrafo de la agencia británica Reuters (para la que actualmente trabaja) del año 2007.
Estos reconocimientos son fruto de un arduo camino recorrido que empezó cuando era un adolescente que terminaba el colegio secundario. Esta nota intenta acercarse a la historia de ese proceso.

¿Cómo y cuando fue que empezaste a sacar fotos?

Empecé a sacar fotos como una cuestión de aficionado, porque mis papás compraron una cámara cuando yo tenía 13 años, sacaba fotos de cosas familiares, de hermanos, de cosas simples.
Todavía recuerdo la primera foto que de un ajeno, de una persona que no conocía: un día estaba en la ventana de mi casa y estaba neviscando y venía un viejito con una carretilla llena de leña, y yo no sé si el tipo estaba ó ebrio ó se sentía mal ó estaba muy cansado, y se cayó en la calle y quedó tirado en la calle con su carretilla caída. Y salí con la intención de ayudarlo. Pero también salí con mi cámara y le hice dos fotos. Y eso fue un clic. Porque fue la primera vez que fotografiaba a alguien que no conocía. Y fue una situación no muy habitual: una persona que estaba teniendo un problema. Fue instintivo: salí con la cámara, tenía que registrarlo. Era un desconocido.

¿Cuándo empezaste a trabajar con la Fotografía?

En realidad empecé haciendo video. Empecé como tiracables en un canal de televisión por cable, en BTC. Y ordenando archivo. Y ahí yo le pregunté a una persona que hacía edición si me podía enseñar como manejar una cámara de video. También empecé a ver mucha televisión extranjera. Y empecé copiando, todos empezamos copiando. Copiando cuadros, formas de encuadrar, a ser ordenado en las tomas.
Y después pasé a hacerlo más o menos decentemente, y pasé a manejar la cámara en el noticiero algunas veces por la tarde, porque yo estudiaba a la mañana.
La primera vez que lucré con una foto fue cuando tenía 18 años, creo que era una fiesta donde hice unas fotos y me las querían comprar.
También a los 18 años había terminado el colegio, y me tomé un año sabático. Y ahí fue que un amigo que trabajaba en el diario El Cordillerano, me pidió si podía cubrirlo los fines de semana. Entonces hacia 5 ó 6 notas con un rollo de película porque era lo que te daban. Eran bastante “pijoteros”, pero en realidad para mí fue un muy buen ejercicio porque te obligaba a resolver situaciones en muy pocos cuadros, y a pensar mucho más. Obviamente ellos no lo hacían por lograr la excelencia, sino por ahorrar dinero. Pero a mi me sirvió muchísimo. También hice algunas pocas notas para el diario Río Negro. Después trabajé para una publicación chiquita, yo era una especie de fotógrafo editor, viajábamos a la línea sur. Hicimos dos o tres números, no me pagaron nunca. Y ahí se termino todo.
En el medio hice fotografía con turistas. Hacia todo. Fue la primera vez que empecé a lucrar con mi trabajo. Podía comer de lo que hacia, lo cual era bastante interesante. Y después justo ese año fue el primer Mes de la Fotografía. y fui a una charla de fotoperiodismo, que fue el clic. Dije “esto es lo que yo quiero hacer”.
Empezó un proceso larguísimo. Primero, convencer a mi familia de que podía vivir de la fotografía: era el hijo mayor de tres hermanos, de padres que no fueron a la universidad. Ni siquiera terminaron la secundaria. Trabajadores. Clase media. Que aspiraban que su hijo mayor fuera a la universidad. Entonces fue un poco fuerte decirles que quería vivir de la fotografía. Y cambiarles el concepto de que un fotógrafo podía hacer algo más que solo sacar fotos con el perro San Bernardo en el Punto Panorámico.

¿Y les cambiaste ese concepto?

Sí, se los cambie. Al principio no lo entendieron, pero después tuvieron una actitud muy linda. Me dijeron “sí, si lo hacés con el corazón. Y te tiene que doler. Y no sabemos si vas a ser el mejor, pero tenés que esforzarte para ser el mejor. Y siempre apuntar a ser el mejor en todo lo que hagas. Y si querés fotografiar nosotros te vamos a apoyar. Si querés ser zapatero también, pero tenés que querer ser el mejor. Si querés ser vidriero, también, pero tenés que apuntar a ser el mejor. Por una cuestión de exigencia vos mismo. Para no ser mediocre”. Todo lo que hago es un poco también devolverles a ellos todo el esfuerzo que hicieron para ayudarme.

¿Tu trabajo en el diario La Nación cuándo llegó?

La Nación llega después de estudiar en ARGRA (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina). Un año después de haber terminado de estudiar. En el medio me fue muy mal, se me cerraron todas las puertas. Entonces en marzo del ‘99 me volví a Bariloche bastante derrotado. Las cosas no me estaban saliendo bien, como yo quería. Pero bueno volví a casa al calor del hogar, a juntar dinero y fuerzas para volver.
En diciembre volví a Buenos Aires y empecé una campaña de hostigamiento para con el Jefe de fotografía de La Nación, a Don Rypka (Premio Pulitzer). Encuentro una tramoya para saltear los guardias de seguridad, y llegué y me senté en su escritorio. El tipo me dijo “¿y Usted quién es?”, yo le dije “mire vengo a mostrarle mi portfolio, a pedirle una entrevista…”, y él se enojó, y me dijo que yo no podía ir así. Que tenía que pedirle una entrevista a su secretaria. Y me echó. Y me dio su número de teléfono. Y salí, crucé la calle, y lo llamé y le dije “mirá, soy el mismo de recién. Llamo para pedirte una entrevista”. Y no sé si al tipo le cayó simpático o perseverante. Y me recibió el jueves siguiente. Ahí vio mi material y me dijo que me faltaba mucho para aprender. Y me dijo también que no tenía nada. Y yo haciendo un juego de palabras le dije que si decía que ahora no tenía nada, era porque en algún momento iba a tener. Y así fue que fui cada jueves durante dos meses, hasta que lo cansé supongo y me dijo “vení una semana a prueba”. Y después de esa semana me quedé. Me quedé en el verano, que es un buen momento para buscar trabajo porque muchos se van de vacaciones y pasan muchas cosas y quedan huecos. Y ahí empezó mi proceso en La Nación.

¿Que tipo de fotos hacías en La Nación?

Yo hacia de todo. Desde información general, espectáculos, deportes. Yo estaba en la bolsa de los que hacían todo. Lo cual era fantástico porque me daba mucha versatilidad. Y el diario fue una escuela. Fue la mejor escuela trabajar con gente que eran muy profesionales, y vos podías ver como se cocinaba todo desde adentro. Y de ahí saqué muchos grandes amigos.

¿Te acordás de alguna noticia que hayas cubierto para La Nación que te haya resultado significativa?

Me acuerdo que empezaba en Argentina esta serie de secuestros con rehenes. Uno “grosso” que hubo fue el de unos “monos” que habían asaltado una concesionaria. Se habían llevado un auto y habían terminado en Villa Urquiza. En la casa, con toma de rehenes, de una mujer que estaba cuidando a sus nietos.
Estuvieron por horas. Era un día raro y yo pregunté si podía ir. Me mandaron y cuando llego veo como era la situación. A los 20 minutos los tipos intentaron escapar chocando un auto de la policía, y salieron con los rehenes con las armas en la boca frente a toda la prensa. Y yo hice la foto. Era muy impresionante: de noche, gente que corría, tiros por todos lados, gente tirada en el piso. Recuerdo que se metieron en un callejón cerca de las vías del tren y se escuchó una balacera que no me voy a olvidar más. Fue un primer tiro, un “pam”, y después una seguidilla de balas que fue disparada por el Grupo de Operaciones Especiales. Sucedió un silencio eterno de cuatro segundos luego de esa balacera.
Habían matado a los delincuentes, y habían liberado a los rehenes. Y yo tenía la foto de los rehenes con el arma en la boca. Yo tuve la suerte de que me saliera la foto en foco.
Al otro día justo era el día que trasladaban a Pinochet de Londres a Chile y esa fue la tapa, y a mi me pusieron chiquito adentro. Yo tenía dos semanas de trabajar en el diario.
Me acuerdo que Don Rypka en el ascensor me cruza y me dice “buena foto pibe”, y yo no sabía ni qué tenía, porque usábamos rollo. Después fui a ver la foto y me quedé impresionado con lo que tenía.

¿Ese tipo de sensaciones es la que tenés cuando cubrís los conflictos armados? Vos hablaste de un “silencio eterno” luego de que estuviste muy cerca de la explosión de un coche bomba en Irak por ejemplo.

En realidad esos silencios luego de una explosión, son algo natural, quedás sordo como por dos minutos. Sin embargo, también, una explosión te remueve todo por adentro, entonces hacés una pausa para saber dónde estas. No sólo en cosas violentas sucede ese silencio, sino en cosas bellas también. Donde uno ve la grandeza del ser humano. Donde uno ve la belleza del ser humano como individuo que se relaciona con los otros. No sólo se da en situaciones límites.
Una cosa importante para un periodista es meterse muy adentro de la historia pero poder salir, sin salir. Para poder ver la situación general en la que estás metido. Y tener esa capacidad hace a un periodista muy capaz de poder hacer un análisis. En una batalla hay mucha adrenalina, gritos, muerte. Pero hay que poder hacer un “parate” y salir, y ver donde estas parado, de donde vienen los tiros, ver quien es quien, poder evaluar la situación y luego seguir. Pero en toda historia, tenés que poder salir, verla, entenderla y entrar con un poco mas de claridad.

¿Y cuando empezaste a trabajar para la Agencia britanica Reuters?

Empecé un día antes que en La Nación de hecho. Por una persona que conocí en una exposición de cuadros en Bariloche que me dio un contacto. La cosa es que mandé un portfolio a la amiga de una amiga de ésta persona. Personas. Conexiones de personas. Fui al jefe de Reuters en Buenos Aires, le dije lo que quería y podía, él me dijo sus posibilidades. Después fue insistencia. Y estar en el lugar correcto en el momento correcto. Cruzarte con las personas correctas. Y ser honesto y, cuando te equivocás, decir “me equivoqué”.
Cuando empecé a trabajar con esta persona en Reuters le dije “cuando yo me equivoque retame, pero cuando lo haga bien decime. Porque así yo aprendo”. Es ser honesto con lo que uno hace, con los que están alrededor y con uno mismo. En el periodismo es muy fácil caer en la “truchada”. Pero creo que si sos una persona responsable y haces las cosas bien, las puertas se te abren solas. Hay personas a las que les toman más o menos tiempo. Pero hay trabajos decentes para personas decentes.

¿Cuándo hacés el quiebre y empezás a trabajar solo para Reuters?

Yo trabajaba como colaborador en Reuters y full time en La Nación. En la Nación estaba muy bien, era soltero, vivía solo, ganaba bien, era un fotógrafo estrella y elegía las notas que quería hacer. El quiebre fue una situación personal, fue la ruptura de una relación. Me di cuenta que no podía seguir viviendo a menos de mil kilómetros de esa persona. Fui a ver al jefe de Reuters y le dije que si tenía un trabajo en Nicaragua y me pagaba 500 dólares y me alcanzaba para una pieza, me iba a trabajar. Tuve que esperar. Pasaron unos seis meses que fueron muy duros. Hasta que por cosas de la vida se abrió un hueco de trabajo en Santiago de Chile. Y me preguntaron si podía arreglar mis papeles. Y yo soy hijo de chilenos. Mis padres se nacionalizaron argentinos antes de que yo naciera, y eso me permitió tener un permiso de trabajo de manera muy fácil y rápida en Chile. Yo iba a facturar para la agencia. Y me fui. Cerré mi departamento, renuncié y me fui.

Y ahí cambiaste tu forma de ver la información, se abrió una manera nueva de ver la realidad…

Y ahí empezó Reuters. Y fue un cambio porque yo tenía una forma muy local de ver la noticia y la tuve que cambiar por una forma más internacional de ver las cosas. Ver qué cosas pueden interesar en el exterior. Entonces tuve que ver publicaciones de afuera, ver diarios del exterior. Ampliar el mercado Latinoamericano. Tenía que poder hacer una pre-edición de qué cosas interesan y qué cosas no.
Y desde ahí fue estar en el lugar correcto en el momento correcto. Y poner el hombro y trabajar mucho. Las recompensas vienen después. Quizás al principio uno dice “yo no trabajo más de lo que tengo que trabajar”. Hay lugares en los que uno puede confiar en que si uno trabaja un poco más de tiempo las cosas se retribuyen. Las cosas vuelven.
Hice historias pequeñas para ilustrar el país. Hice algunos viajes internacionales: las olimpiadas en Atenas, la caída de Sanchez de Lozada en Bolivia…

Las coberturas de los conflictos bélicos llegaron cuando vos estabas en Estados Unidos, ¿vos querías ser corresponsal de guerra?

Yo no soy de corresponsal de guerra.

¿Cómo es eso?

El termino corresponsal de guerra es un poco una fantasía que tiene la gente. Yo lo considero más como gente que vive en conflicto. Corresponsal de guerra me suena a novela y de novela no tiene nada. Para mi es gente que trabaja en conflicto. A mi me tocó cubrir un primer conflicto en el 2006 y fue Israel, la guerra contra el Líbano. Yo quería ir y ver las cosas con mis propios ojos pero siempre tuve una actitud muy seria ante esas cosas. Conozco muchos jóvenes que dicen “ah! ¡Yo quiero ser corresponsal de guerra! ¡Me gusta la aventura y los tiros!”. Y es una cosa seria. Porque hay gente que muere y gente que sufre. Y si vos te lo tomás como un juego de aventura, sería un poco más serio que vayas a hacer rafting. El papel de un periodista en un conflicto es una cosa muy seria. Estás poniendo en riesgo tu vida, y estás poniendo en riesgo sentimientos de personas que están cerca tuyo. Y por eso tenés que hacer el trabajo de manera muy consciente, y con seriedad porque si no la gente que está alrededor tuyo sufre. Tus amigos, tu pareja, tus hijos. Yo creo que me preparé siempre para el momento en que me dijeran “sí, vas”. Siempre.

¿Cuándo es “siempre”? ¿Cuando viste que cabía la posibilidad de que quisieras cubrir una guerra?

Fui una persona que siempre estuvo interesada en los conflictos. Qué son, porque se dan, leía sobre eso. Suena tonto, pero toda mi vida hice deportes, porque pensaba que un buen estado físico podía hacer una diferencia. Y no me equivoqué. Me preparé estudiando inglés. Me preparé aprendiendo a leer mapas. Para mi fue una preparación que consciente o inconscientemente lo fui haciendo. Un día en la oficina había un chaleco antibalas y me lo lleve a mi casa y salía a correr con el chaleco antibalas. No sabía porque lo estaba haciendo. Quería saber cómo es correr con peso. Era un proceso inconsciente.
Después tuve una preparación profesional: fui a un campo militar donde nos dan a los periodistas unos cursos de preparación. Es un curso para ver de las diferentes estúpidas formas de las que vos podés morir en un conflicto armado. De eso se trata. Te das cuenta de que sos muy vulnerable. Y te das cuenta de lo terrible y mal intencionado e hijo de puta que es un conflicto. Desde el momento en el que a un tipo se le ocurre hacer bombas de racimo en forma de juguetitos de autos o avioncitos hasta armar una casa con explosivos. Es siniestro ver como el ser humano es tan inteligente para matar a otros.

¿Cómo llegaste a cubrir el Libano?

Necesitaban gente en las oficinas de Medio Oriente. Yo pedí ir. Me dijeron que me fije si podía entrar con mi pasaporte sin visa. Dijeron que sí. “Cuando puedes salir?” me preguntaron, “Mañana” dije yo. Y empaqué mis cosas y me fui. Caí a Tel Aviv -primera vez que iba-. Llegué y fui a al oficina. Me dijeron “tenés que irte al norte. A estos lugares. Buena suerte. Andate solo y encontralos. Chau, y en hebreo”. “Ok” dije yo. Por suerte que el mapa estaba en hebreo y en inglés. Tenía un GPS y mucho instinto, que a veces es mejor que el GPS.

¿Después qué conflictos vinieron?

A Irak fuí dos veces

¿Y te espera algún otro?

Probablemente. Yo quiero ir a Afganistán. Y probablemente suceda a mediado de año.

Empezamos hablando de que comenzaste como tiracables, y trabajando con la fotografía informalmente. Fue un largo proceso. ¿Alguna vez pensaste que ibas a llegar hasta esta instancia de trabajo? ¿Cuando tenías 18 años, 20 años creías que ibas a llegar a cubrir conflictos internacionales por ejemplo?

Sí, a full. Yo cuando hago los planes, me pongo una meta. Y después veo como llego. Mi meta era trabajar en La Nación y ser un fotógrafo reconocido en ese medio. Vi la forma de hacerlo, encontré las personas correctas y lo hice. Después mi meta fue otra. Mi desafío fue: “ok voy a trabajar en una agencia internacional en Latinoamérica y quiero hacer bien lo que hago hay”, y lo hice. Después dije “quiero salir y ver otra cosa” y lo hice. Después vinieron los viajes internacionales y los hice. Ahora tengo otras metas más.

¿Y cuales son?

Quiero conocer otros continentes. Quiero trabajar en Asia, por ejemplo. Y lo voy a hacer. Y después la meta será algún día ser manager, poder manejar una región, para poder crear un grupo de gente para trabajar en equipo. Y hacer cosas y crear cosas. Y lo voy a hacer. Pero vendrá después. Porque todavía tengo diez años más de trabajo fuerte e intenso, en este trabajo tu cuerpo y tu cabeza son tu cámara fotográfica. Es tu elemento y yo tengo 10 años más de trabajo fuerte, al límite. Después lo bueno es que esa experiencia se convierta en enseñanza para otros, y para eso uno empieza a tomar un rol mas de líder y pasás a ser jefe. Entonces vas a poder formar a nuevas generaciones de gente que van a venir como vine yo cuando tenía 23 años, y después esos van a ayudar a los otros. Todo para que el trabajo que hagamos sirva para algo.

Reportaje: Carolina Montiel Navarro

Fuente: ANB


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