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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

lunes, 3 de marzo de 2008

Los Fotógrafos Playeros en el auge turístico de la ribera de Quilmes

Estos maravillosos personajes de la historia local, tuvieron su auge en los albores de la fotografía, y fueron precursores de las camaritas portátiles. El director del Museo Fotográfico de Quilmes presenta una nueva investigación sobre los fotógrafos de nuestras playas.

(*Por Fernando San Martín) Pretendo aplicar para este arte extinto que fuera utilizado como medio de vida, la manera de reivindicar a un personaje que forma parte de nuestra historia urbana.
Estas fotografías son dignas de estudios sociológicos, porque nos muestran parte importante del universo del que está compuesto nuestra historia y nuestra cultura, así como los cambios que han sufrido las ciudades y nuestra verdadera identidad. Por esta razón escogí fotografías de asados veraniegos en la ribera quilmeña (con damajuana incluida); distinguidas señoras en traje de baño, o muchachotes haciendo de las suyas. Así, a través de estas nostálgicas imágenes captadas por algunos anónimos y otros reconocidos fotógrafos minuteros de comienzos del siglo XX, espero provocar un efecto espejo en el público, en el que adultos y niños se identifiquen con el caballito de plaza, el barquito o avión falso de la playa, símbolo de algún paseo típico de sus padres o sus abuelos. Aproximadamente, en 1920 aparece la fotografía minutera en la Argentina y fue mediante este mecanismo que la fotografía se democratizó y salió a los lugares públicos para tener un registro de la ciudadanía en su vida cotidiana. La ciudad de Quilmes se convirtió en privilegiado sitio de veraneo, frecuentado por la alta sociedad capitalina, y encumbrados políticos. A lo largo de la calle Alsina, bajaba el tranvía eléctrico hasta las calles Otamendi y Cervantes, donde se levantaban los garajes de los mismos. El Río de Quilmes, aportó a la elite porteña y a nuestros ciudadanos, el paisaje, el frescor, la alegría y el encanto de su río. Las familias disfrutaban las brisas de sus playas, que servían de pretexto para estudiadas reuniones en torno de fogones improvisados donde los asados a la criolla , brindaban una reparadora función para las energías.

MINUTEROS O CHASIRETES
Se podría afirmar que antiguamente las personas que poseían una cámara fotográfica correspondían a un porcentaje reducido de la población. Dentro de este contexto los fotógrafos de plaza o minuteros, que en la década del 40 llegaron a sumar 20 retratistas en toda la ribera de Quilmes, tuvieron un rol trascendental en la creación del álbum familiar de los quilmeños, ya que permitieron que miles de ciudadanos, que no tenían cámara, inmortalizaran importantes momentos de sus vidas privadas, principalmente festivos paseos y memorables celebraciones al aire libre. El costo de las fotografías fue aumentando con el correr del tiempo, como sostiene Mario Tesler en su trabajo Un personaje porteño: el fotógrafo de plaza : Al precio de un peso las ofrecían en el año 1946, en 1969 una foto costaba 200 pesos y tres 300 pesos (de los viejos se entiende); por colorearlas el adicional era de 50 pesos por cada foto .
Los chasiretes (nombre derivado del chasis, donde iban las dos placas de negativo) o minuteros (debido a que fotografiar era cuestión de un minuto), como solía llamarse a los fotógrafos callejeros, a diferencia de los fotógrafos de estudio, que trabajaban con más tiempo y tranquilidad, en condiciones lumínicas controladas y con la solemnidad con la que retrata un artista, los minuteros trabajaban al aire libre en medio del bullicio de la ciudad o del balneario. Su principal herramienta era una pequeña caja portátil que funcionaba como laboratorio y cámara a la vez. Era una misteriosa fábrica para quienes no conocían las leyes físicas y químicas que hacen posible la fotografía. La capacidad para registrar el huidizo momento era su sello indeleble. La instantaneidad de su servicio era su mejor atributo. Estos fotógrafos debían ser diestros para poder manipular, sin mirar, en un reducido espacio los adminículos necesarios para revelar y fijar la imagen. Mientras estaba en uso, la caja jamás podía ser abierta ya que la luz amenazaba con velar y estropear la toma.

NUESTROS FOTOGRAFOS: JULIAN HERRERO
Julián Herrero fue hacia 1920, un fotógrafo playero muy respetado por los turistas y lugareños que se acercaban a nuestra playa por el atractivo de sus aguas. Sobre tres patas de madera estaba su cámara, siempre cubierta con un paño negro, el cual sacaba para tomar la foto y volvía a poner para hacer el revelado. Cuando ya estaba lista, la lavaba en un recipiente con agua para sacarle las sales de plata que aún retenía. Luego las secaba al aire y las entregaba al cliente.
Comentaba poco antes de su fallecimiento: Antes, los enamorados se retrataban y pedían viñetas con dibujos y leyendas. Quedan pocas de esas antiguas viñetas. Los dibujos románticos siempre tenían a un corazón acompañado de frases como: 'Siempre tuya hasta la muerte', 'Sigo pensando en ti', '¿Me recuerdas?' o 'No me olvides'. Esas fotos con viñetas eran para regalar al ser amado. Las utilizaban chicas que vivían lejos de sus enamorados y los jóvenes que viajaban o se iban al servicio militar . Muchos lo recuerdan por su singular simpatía, soliendo decir que hacia de cada uno de sus clientes un amigo y que solicitaban retratarse con él. La pregunta ante el cliente era: ¿Cómo quiere la foto, de medio cuerpo o cuerpo entero? . Y la orden para realizar la toma era: Miren el pajarito ; con esto el retratado prestaba atención al fotógrafo y permanecía quieto el tiempo necesario para la toma. Una vez tomada la foto, Julián aconsejaba a la pareja de novios que llevaran la copia en la mano hasta que a secara bien. Y así se alejaban, tomando la foto por una punta y agitándola suavemente. En esta época, los minuteros reponían su material en las distintas droguerías de la geografía céntrica de Quilmes, siendo más afortunados aquellos que mantenían amistad con algún fotógrafo de estudio, ya que obtienen un más fácil acceso al material. Vivía en las calles Matienzo y Pringles, fotografiando por la zona de la Prefectura del río de Quilmes, al cual llegaba con su popular bicicleta.

JOSE HOYOS
José Hoyos, español de la ciudad de Valladolid de Castilla la vieja, nació en 1901. Hijo de Don Ramón Hoyos y Doña Matorras Bravo, su infancia transcurrió entre anécdotas picarescas infantiles y los castigos que le imponía su madre a las eventuales travesuras. A la edad de 18 años viajó a Francia, donde residió por el término de dos años.
Alternando con un grupo de amigos en distintas pensiones y hoteles parisinos, se destacó como bailarín de tango, lo que le redituó bastante dinero. Más tarde, el grupo de amigos ingresó a Alemania, donde la dificultad de expresión por el idioma y la Dolce Vita, lo llevaron en el término de un año a perder todo el dinero que había acumulado en Francia. Casi en condiciones de indigencia, se embarcó en el vapor a Buenos Aires y arribó a la Argentina en el año 1922. En Buenos Aires se encuentra con su hermano, Luis Hoyos, quien se hallaba en una posición económica acomodada; poseedor de una amplia red hotelera, lo cobija durante dos días en los fondos de uno de sus hoteles céntricos. José se emplea en la ciudad de La Plata, aprendiendo en primer término el oficio de canastero y mimbrero; más tarde su amigo Indalecio Prieto y empleador, le enseña el oficio de fotógrafo. Se instaló en Quilmes hacia 1923, donde conoce a Silvia Rovedo, mujer de extremada hermosura. Ella vivía en la calle Hernández y Mozart, donde se hallaba la quinta de la familia Boschini.
Luego de un par de años como novios, deciden contraer matrimonio en el año 1925; del prolongado matrimonio nacieron tres hijos: Teresa, Ramón y José. Los Hoyos vivieron durante muchos años en la calle Mozart Nº 627, en una vivienda con características típicas del Balneario de Quilmes. Hoyos, famoso fotógrafo playero que actuara en la Ribera y la Rambla por el año 1926, verdadera víctima del oficio, debió trajinar durante largas jornadas del verano, con los pantalones arremangados, de traje y con las antiguas y pesadas cámaras a cuestas. Por su amistad con el propietario de la Rambla, el doctor Fiorito, obtuvo el único permiso y concesión para fotografiar en las temporadas de piletas. Utilizaba un cajón fabricado por él mismo, el que contaba con un obturador central del tipo Compur manual, negativos Kodak de 9x14 y copiaba en cartulina postal. Se conocen trabajos suyos en el barrio capitalino de la Boca y el Puerto; Don José Hoyos fotografió hasta finales del año 1978 en nuestra rambla de Quilmes.

KOREN HAYSEP DOLABJIAN YACOUBIAN
Jorge José Dolabjián, acido el 14 de marzo de 1901, en el pueblo de Marache, (Armenia); hijo de Teresa Yacoubian y Haysep Dolabjián, desde muy joven aprende el oficio de fotógrafo, estudiando por correspondencia. En su eterno deambular por diversos oficios, (fue bicicletero), hacia 1927, Jorge conoce a Mary Elmoniar, con la cual se enamora, contrayendo matrimonio en El Cairo, Egipto, en el año 1929.
En Egipto, Jorge Dolabjián y señora, alquilaban en temporada veraniega una casilla construida de juncos que, durante la bajante del río Nilo, era ocupada por trabajadores artesanales y turistas. Allí junto a un grupo de amigos, Koren realizaba trabajos fotográficos como fotógrafo playero . El 28 de octubre de 1930 ingresó a la Argentina, con libreta Nº 1.518.649, donde dijo ser de estado casado y de profesión Fotógrafo , con 1.80 mts de altura, cabello canoso y cutis de color trigueña. En un principio se instaló en un conventillo de la calle Caning y Córdoba, en pleno corazón del barrio de armenios, en Capital Federal. Hacia 1931 la familia Dolabjián se trasladó a Quilmes, alquilando una vivienda en la calle Tucumán, propiedad de la familia Ansaldi. Jorge José Dolabjián se acercó con su cajón fotográfico a las playas del popular balneario de Quilmes, como fotógrafo playero . Debía caminar constantemente por toda la rambla y a veces por la misma playa. Hacia 1936 obtuvo de Don Pedro Fiorito un permiso para trabajar sobre la rambla, durante los sábados y domingos. Curtidos por el sol y el viento, estos fotógrafos debían soportar grandes calores con un gorrito o sombrero que les cubriera la cabeza, cargando con el peso de sus sacos o guardapolvos, pantalones largos y la cámara fotográfica, que era sencillamente un cajón cuadrado confeccionados por sus propias manos, un trípode de madera y un paño negro.
En el cajón clavaban con chinches, algunas muestras fotográficas y otras ya ennegrecidas, con la intención de arremeter contra una clientela que poco a poco resultaba más hipotética. Sus cámaras eran grandes y pesadas, emulando aquellas de galería. Del matrimonio, nacen: Rosa Dolabjián (artista plástica), José (industrial), Manuel (industrial) y Zacarías(médico). Hoy gracias a este reportaje y la inclinación artística de su hija Rosa, reconocida artista plástica de Quilmes , contamos en las salas históricas del Museo Fotográfico de Quilmes, con la cámara original de José, confeccionada con sus propias manos. LEON FELDMAN León Feldman tenía su estudio fotográfico denominado Foto La Rambla , a escasos metros del ingreso a dicha rambla. Iluminaba las fotos pintándolas con colores rozados, celestes, verdes, tierras o amarillos. Contaba con grandes telones donde el retratado introducía solo su cabeza por un orificio simulando ser un matrimonio u otros motivos alegóricos, como el de un aviador despegando desde las torpederas, en el medio de la mar u carro de paseos familiar. Trabajos suyos entre la década del '30, '40 , '50 y hasta mediados de los '60, adornan los álbumes de las familias quilmeñas.
Pocas veces los rostros de los retratados aparecían con una sonrisa, y si ésta se dejaba escapar, era apenas esbozada por el modelo. El fotografiado no se podía mover, por unos segundos debía quedarse completamente quieto para evitar una imagen borrosa. Por esta razón las miradas eran algo tensas, atentas y fijas. Ramón Hoyos, hijo del fotógrafo José Hoyos, fue discípulo y ayudante en el laboratorio de Feldman.

TIEMPOS MODERNOS
A principios de los años ochenta desaparecen los últimos minuteros, quedando como casos aislados los propios de las plazas. Su carácter de curiosidad para los vecinos encantados por encontrar todavía figuras pintorescas en nuestro Quilmes, les permite sobrevivir. Por otra parte, incorporan disfraces para añadir aliciente a unas tomas que encandilan a los paseantes, retratan a los niños junto a los animales y los principales monumentos.
En sus comienzos solo se tomaban gráficas en blanco y negro con la cámara de cajón y trípode, luego en los '70 se utilizó la de 35 milímetros para fotos a color, y últimamente la instantánea polaroid. Ahora la moda es la fotografía digital, aunque ya muchas familias graban sus recuerdos en las cámaras de video y fotos. (*San Martín es investigador, historiador, director de cine, y director del Museo Municipal Fotográfico de Quilmes).

Fuente: Diario Perspectiva Sur


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