En el mundo porno y fetichista de E.U. se metió la fotógrafa Alejandra Guerrero para crear su obra
"Puedes tener los hombres que quieras a tus pies", fueron las palabras que inspiraron el trabajo de esta bogotana.
Y no se las dijo una mujer, sino un campeón de ajedrez con corbata elegante y apariencia de profesor, el mismo que se transformaba en esclavo sexual dominado durante las noches sadomasoquistas. Ella quería ver eso.
Aunque fue criada con las costumbres de una familia conservadora, Alejandra se caracterizó desde que estaba en el colegio por su curiosidad llevada al límite, al punto que sentía atrapada su mente en Colombia.
La primera vez que fue a una fetish party (fiesta fetichista en la que la gente va vestida en cuero y se realizan actividades sadomasoquistas) en Chicago, como invitada de una amiga puertorriqueña, se vistió de negro, con traje de vinilo y zapatos de plataforma. "Mis amigas del colegio no me reconocerían", asegura.
Quienes le hablaron esa noche no le preguntaron "¿estudias o trabajas?", sino "¿sometida o dominante?". Un silencio fue la mejor respuesta que pudo dar. Era Halloween y un hombre quería que caminara sobre él.
Los parroquianos de estos negocios no se conformaban con pedir un trago, querían que los humillaran, los azotaron con látigos o les gustaban cosas más agresivas como que les pellizcaran el pene.
Cada amiga nueva tenía el perfil de una dominatriz, esa mujer que, teniendo el control, cumple fantasías sexuales a los hombres, sin llegar al coito. Lo que en inglés se llama mistress. Entendió el poder de las medias de malla, las botas con tacón alto y los trajes de cuero.
Jugaba a ser una de esas codiciadas amas y, textualmente, tendría hombres comiendo de sus pies. "A veces, me sentaba en estos bares al lado de otras mujeres sin zapatos y llegaban hombres que tenían como fetiche los pies, querían masajear los míos y por 10 minutos me pagaban de 10 a 20 dólares", cuenta.
En el día trabajaba en un laboratorio de fotografía y usaba la noche para visitar lugares que motivaron el trabajo artístico que había conocido a través del ojo de fotógrafos como Steve Diet Goedde, Helmut Newton y Richard Kern.
No es una dominatriz, en el sentido estricto de la palabra, pero su pasión por capturar el erotismo con el lente de su cámara la llevó a conocer este mundo y a extractar personajes reales para realizar su proyecto personal en estudio.
"Mi incursión en la fotografía porno fue en una exposición en la que mostré a una mujer con un televisor como si la estuviera estimulando sexualmente y otra foto con una lavadora. Las vendí de inmediato", comenta.
La mirada no machista
Y por más coincidencia que parezca, justamente en uno de los bares donde tomaba fotos, conoció a Matt Wagemann, fotógrafo de la revista Playboy y creyó que estaba tocando el cielo de las conejitas, aunque, en realidad, su primera labor con él fue terrenal: recoger cables. Y cuando no estaba en el piso poniendo orden en el estudio, aprovechaba el escenario y sacaba sus propias fotos con todo el equipo que usaba su jefe.
Luego, el porno y el mundo fetiche de Los Ángeles y Chicago literalmente se abrieron de piernas para posarle.
La industria cinematográfica triple X de Los Ángeles era el paraíso que quería conquistar Alejandra con su cámara digital. Aunque esperaba ver sexo en vivo y poses sugestivas, lo que encontró fue una industria. "Ellos tienen que hacer una película en dos días.
La maquillista y el ingeniero de sonido hacen cada uno su trabajo y la mayoría de las actrices no tienen química en vivo. Todo es actuado. Una pornostar y una prostituta no tienen diferencia, porque a las dos les están pagando por sexo", comenta.
Trabajaba congelando las imágenes detrás del escenario para el director de porno David Stanley, que ya ha grabado casi 100 películas y tiene 12 años de experiencia en la industria.
Después de esperar varias horas a que terminaran de grabar el filme, aprovechaba para decirle a alguna actriz que modelara para ella y terminó haciendo vestuario para compañías de porno como Mack and Bumble y Adam & Eve.
Al mismo tiempo, fue asistente de Víctor Sanabrais, fotógrafo que trabaja con las revistas Hustler y Playboy. Cuando se ganaba la confianza de las actrices, les hacía fotos para sus páginas web.
Hace dos años ya hacía parte del equipo de trabajo de Wicked Pictures, la segunda compañía distribuidora de porno en el mundo.
Hoy, con 28 años, ha tenido frente a su lente cotizadas artistas y modelos, ídolos del fetichismo como Justin Jolie, Darenzia, Emily Marilyn y Julie Strain.
"Creo que mi éxito radica en que mi interés no es machista. Una foto puede sugerir pero no ser obvia. El toque femenino hace que ellas se sientan confortables porque no las miro como un hombre.
No se sienten violadas", asegura.
En cambio, no ha explorado el erotismo masculino en sus fotografías porque siempre le ha gustado la idea de que la mujer mande y sea su única representación.
Todo el conocimiento de la industria le sirvió para crear Corporate Vampire, que, además de ser su alter ego, su empresa y su próxima revista web, es la representación femenina del erotismo a través de modelos vestidas como ejecutivas pero con identidad de dominatriz.
Para lograr estas imágenes, utiliza dominatrices reales. "Creo que la mujer debe ser supersexy y que tiene el poder del mundo. Es dueña de su sexualidad y es poderosa como yo".
Fuente: El Tiempo
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