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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

martes, 1 de enero de 2008

Edward Weston: fotógrafo de la belleza mexicana

A medio siglo de la muerte del fotógrafo estadunidense, recordamos el impacto que tuvo en su vida y en su obra su estancia en nuestro país, de 1923 a 1926.








Amante profundo de la música, el fotógrafo Edward Weston dijo alguna vez que “no hay nada como una fuga de Bach para despejarme de un momento discordante… Sólo Bach se mantiene fresco y fuerte después de escucharlo de manera repetida. Siempre puedo regresar a Bach cuando otros discos me cansan”.

Cuando las ráfagas incesantes de imágenes sin sentido nos abruman y nos empujan a esos momentos discordantes, podemos volver a obras como las del artista fallecido el 1 de enero de 1958 para reencontrarnos con un mundo reflexivo. Lo mismo nos conmueve su visión de México, su gente, sus objetos y los frutos de su naturaleza, que su registro del paisaje o del cuerpo humano desnudo.

El llamado “fotógrafo americano más influyente del siglo XX” permaneció tres años en México y encontró una tierra fértil para germinar ideas que luego desarrollaría el resto de su carrera. Llegó acompañado de su amada Tina Modotti, quien fue su modelo y discípula, estableció una relación estrecha con los muralistas y tuvo entre sus discípulos a Manuel Álvarez Bravo.

En el catálogo de la exhibición México como musa: Tina Modotti y Edward Weston, que se presenta hasta mañana en el Museo de Arte Moderno de San Francisco, se registra el impacto del país en ambos fotógrafos: “Durante pocos pero estimulantes años en los veinte, dos de las figuras más grandes de la fotografía del siglo XX, Tina Modotti y Edward Weston, compartieron una sociedad apasionada. También compartieron un romance intenso con la fotografía y con México. En ese tiempo México estaba experimentando un periodo de revigorización y el vibrante clima cultural era tanto una inspiración como un sujeto de su arte”.


Fue un artista completo, innovador, que usaba todos los recursos. Foto: Especial

Durante su viaje en el barco que lo llevaría de Nueva York a México, el fotógrafo escribiría en sus Diarios: “Ciertamente no es para escapar de mí mismo que voy a México… Soy buen amigo de mí mismo. Ni siquiera ando a la caza de nuevos temas, que están a la mano atrás de la puerta, en cualquier parte… Siento una batalla delante para evitar ser barrido por el pictorialismo, lo romántico”. Ya una vez en nuestro país, registraría que la vida en sus calles era como un “brusco enfrentamiento de contrastes extremos… vital, intenso, en blanco y negro, nunca gris”.

En su ensayo Edward Weston y Diego Rivera: la fraternidad entre el norte y el sur, John P. Campiglio escribe: “En agosto de 1925, Weston llegó de nuevo a México, esta vez acompañado de su segundo hijo Brett, para reanudar su trabajo fotográfico. El Museo del Estado en Guadalajara tuvo una exposición de su obra el día 27 del mismo mes. Sus fotografías produjeron mucho aclamo y un periódico en particular exclamó que ‘el emperador de la fotografía, no obstante haber nacido en Estados Unidos, tiene un alma latina’. Unos meses más tarde, Rivera escribiría un ensayo sobre su nuevo amigo y su compañera Tina Modotti. Publicando en Mexican Folkways, Rivera presentó a Weston como un artista que ‘realiza [una] sensibilidad [que] contiene la modernidad extrema de la plástica del norte y la viviente tradición nacida de la tierra del sur’”.

Para Campiglio, “Rivera refuerza la inevitable hibridación que destacaría en la obra de Weston el resto de su vida. Rivera apreciaba en Weston el uso del superrealismo, un estilo que describiría años después como ‘el más significativo para el movimiento revolucionario’. Imágenes usuales que probablemente no engendrarían curiosidad para el observador casual, para Weston eran grandes oportunidades para traer al primer plano la táctil sutileza de la naturaleza mexicana”.


Concha y composición de rocas, 1931. Foto: Especial

Luego de su estancia en México, escribe María Luisa De Peuter Fourmy, “culminó su alejamiento de la estética pictorialista, y empezó a explorar los recursos que el medio fotográfico le brindaba. Nuevos temas son recogidos por su cámara: dunas, desnudos, conchas marinas, vegetales y objetos cotidianos ocupan ahora un lugar central en su obra. Se trata de sus fotografías más conocidas, que a la vez marcan su alejamiento de la fotografía comercial de entonces. La preparación de las imágenes aumenta, al tiempo que perfecciona el uso de la profundidad de campo, convirtiendo sus fotografías en visiones objetivas y lo más simples posible”.

En su ensayo Campiglio destaca el efecto que el país tuvo en el fotógrafo y, por medio de él, a otros autores: “A Weston le sería otorgada una nueva visión que influiría en su obra el resto de su vida. La simplicidad del medio ambiente, la estética realista de lo cotidiano visto con perspectivas innovadoras, matizó no sólo la obra del genio fotógrafo, sino a otros de la misma profesión como el famoso paisajista Ansel Adams, su primogénito Brett Weston, a Walter Goodwin, y el expresivo Walter Chappell entre otros”.





México. Xavier Quirarte

Fuente: Milenio


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