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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

viernes, 2 de noviembre de 2007

Cuando muere un Ángel con ángel

Sus más cercanos colegas calculan que Ángel González Baldrich haya tomado más de 70 000 fotografías, de las cuales debe haber publicado 10 000 en las páginas de la prensa cubana.

HÉCTOR ARTURO
Nunca se me ocurrió preguntarle de dónde le venía el apellido materno, ese Baldrich que suena a europeo, y que se convirtió en su nombre propio, aunque yo me daba el lujo, desde siempre, de llamarlo un poco más cariñosamente, si se quiere, y simplemente le decía Angelito.
Lo conocí en los primeros años de la década del 60 del pasado siglo, cuando coincidimos en el Semanario MELLA, que fue órgano de la Asociación de Jóvenes Rebeldes y de la Unión de Jóvenes Comunistas, hasta la fundación de Juventud Rebelde, donde prosiguió su incansable labor de artista del lente.
Siempre sostengo que de los difuntos nadie tiene valor para escribir sus aspectos negativos, y todos solemos irnos por la tangente de idealizarlos, convertirlos en casi dioses y reinventarlos como buenos o magníficos.
Pero en el caso de Angelito, no me queda otro remedio, en honor a la verdad, que confesar que jamás le conocí la parte mala o fea de una personalidad de esas que dejan de ser suyos para entregarse por entero a los demás.
Callado, silencioso, ecuánime, inmutable, sereno, reflexivo, respetuoso, cortés, cariñoso, atento, educado y sobre todo modesto, quizás demasiado modesto para moverse en el mundo de la fotografía, al cual entregó casi seis décadas de las siete que vivió, Angelito va a ser una ausencia de esas que se denominan irreparables, pues él supo ganarse ese deseo unánime de querer tenerlo cerca o como compañero de batería en esta profesión casi nunca bien apreciada y valorada que es el periodismo.
Los más jóvenes lo buscaban, como hice yo en el MELLA, para aprender de él y contar con la garantía de una imagen excelente con la cual ilustrar nuestros textos.
Los más viejos, que lo digan sin rubor, también aprendíamos de él sus cotidianas lecciones de lograr que la fotografía periodística, la instantánea de la noticia, se convirtiera por obra y gracia del artista que llevaba adentro, en una verdadera obra de arte.
Yo le preguntaba cómo se las ingeniaba para tomar bellas imágenes de una reunión o asamblea, tan comunes en nuestros medios, y me respondía siempre que hasta lo más tedioso tiene un filón de poesía que debe ser descubierto para mostrarlo a los demás.
Entonces salía a un trabajo, que era para él un placer y satisfacción y no una carga pesada, y retornaba a la redacción alegre: callado como siempre, pero alegre y feliz, porque sabía que al oprimir el obturador de su añeja cámara o de la nueva tecnología de los últimos tiempos, había atrapado algo para la eternidad.
Se hizo así maestro del retrato. Bastaría con aquel contraluz del Comandante en Jefe que guardó sin publicar por más de 10 años, hasta que un buen día apareció a plana completa en Juventud Rebelde.
Esa sola fotografía merecería el mejor de los premios. Pero Angelito era de los que insistía en que cualquier fotógrafo es capaz de tomar una buena imagen de una personalidad de renombre, y él prefería entonces ir a las ciudades o los campos, para encontrarse con los rostros de hombres, mujeres, ancianos y niños desconocidos y anónimos, para inmortalizarlos en el diminuto espacio de un fotograma.
Pescadores, carboneros, leñadores, mineros, cortadores de caña, recogedores de café, mamás con sus bebitos en brazos, abuelos jugando una buena partida de dominó, sonrisas y llantos, ramos de girasoles o un simple perrito callejero pasaron a engrosar su archivo, que uno de sus colegas calculó un día en más de 70 000 imágenes captadas, y de ellas 10 000 publicadas en órganos de la prensa cubana.
Pero incansable como pocos, cuando los proyectiles silbaban en torno a los combatientes internacionalistas cubanos en Angola, allá por 1988, Angelito no vaciló en incorporarse a las filas, y en esa hermana nación africana cumplió su misión de Corresponsal de Guerra, con imágenes de la muerte y de la vida que también encierran toda esa poética que siempre tropezaba con su lente y afán de creador.
Nacido en La Habana el 29 de julio de 1937, hijo de un humilde chofer de ómnibus o "guagüero", como decimos los cubanos, Angelito limpió muchos pisos de guaguas en sus años infantiles, hasta que comenzó como aprendiz de fotografía en una agencia publicitaria, en aquella Cuba anterior a 1959, en que había que pulirla para no ir a la cama con el estómago vacío.
Tal vez para no traicionar a sus raíces, continuó residiendo en una modesta casita de la zona de La Palma, en la barriada habanera de Mantilla, desde donde se transportaba en su motoneta para cumplir con sus deberes laborales y sociales.
Ahora, fotorreportero de Juventud Rebelde y de Opciones, además de trabajar en la agencia Internacional Press Service (IPS), un cáncer con metástasis le impidió continuar con su obra este 31 de octubre, apenas 12 días antes de que quede inaugurada una exposición, cuyos organizadores piensan titular 70 x 70, en alusión a su edad y a la cantidad de imágenes que aún no han terminado de seleccionar, pues diariamente encuentran una insustituible, de esas que no pueden faltar para mostrar toda la larga trayectoria de un artista.
Nos quedarán, pues, sus retratos insuperables, sus atrevidos juegos de luces y sombras, sus incomparables contraluces, sus primeros planos irrepetibles y su apego por la fotografía en blanco y negro, con rollitos y no digitalizada, para poder hacer más arte en el laboratorio y completar con químicas, temperaturas y cortes el trabajo artístico de quien no tiraba fotos por tirar, sino que cuando oprimía el obturador era porque sabía que allí estaba la imagen necesaria, única y perfectamente publicable.
Quizás hoy, por cierto, se hubiera dado el gustazo de retratarnos a todos con los rostros serios, y quizás una que otra lágrima corriendo por las mejillas, porque así estamos de tristes los que sabemos que hemos perdido a un Ángel con ángel.
Ojalá surja otro Angelito. Y pronto, porque nos va a hacer mucha falta para suplir su ausencia. Pero eso sí: que sea también un ángel con los pies bien puestos en la Tierra.
Fuente: CubAhora


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