Ira Hayes
Escrito por Sebastián Ruiz-Tagle
Soportando el inclemente sol del estado de Arizona, Estados Unidos, y bajo el alero de una comunidad de indios Pima, es que nace nuestro protagonista Ira Hayes. Después de una infancia relativamente normal, y superando el histórico confrontamiento entre los indios originarios y los yankees o blancos colonizadores de la nación del norte, decide a sus diecinueve años dejar la escuela y alistarse en los marines como paracaidista, dispuesto a formar parte en las misiones patrióticas de la II Guerra Mundial. Aunque a su tribu no le hizo mucha gracia que se alineara con el bando opuesto, terminaron por aceptarlo un poco a regañadientes y fue entonces cuando el Gran Jefe le conminó: “Se un honorable guerrero y trae el honor a tu familia".
Bajo el alias estratégico de Chief Falling Cloud (Jefe Nube cayendo) llega en 1945 a Iwo Jima, Japón, a librar la batalla en donde comenzaría su súbita fama y, con ello, un martirio que nunca más se podría sacudir y que lo llevaría a una prematura muerte. Entre el humo y la metralla, cinco militares estadounidenses levantan una bandera patria caída, una postal que se eternizaría en el lente del fotógrafo Joe Rosenthal, y Ira Hayes era uno de esos cinco soldados imborrables.
Termina la guerra con el fracaso de los fascismos y los sobrevivientes del bloque triunfador retornan con la mirada en alto, todos menos uno. Los más vanagloriados y ovacionados a su regreso a EE.UU. son los héroes que izaron la bandera en el campo de guerra, pero a Ira Hayes no se le ve triunfante. Cuando en su conmemoración oficial, en la Casa Blanca, el Presidente Truman le preguntó si se sentía un héroe, Ira, acongojado, respondió desafiante: "¿Como podría yo aparecer como un héroe cuando solo cinco hombres de cuarenta y cinco de mi pelotón y solo veintisiete de 250 de mi compañía lograron evitar la muerte?”. Truman se limitó a reír incomodo.
La fotografía de los cinco valientes hombres conmocionó al país al punto de que el gobierno decidió realizar giras en donde se conmemoraba en cada parada a las nuevas celebridades. Así se aprovechaba de recaudar fondos para las guerras venideras (Vietnam era casi un hecho) y exacerbar el espíritu patrio. Ira Hayes siempre figuraba sentado en su podio con la mirada fija en el pasado y su rostro azabache atiborrado de melancolía.
En 1954 Ira, de mala gana asistió a la inauguración del monumento conmemoratorio que hasta el día de hoy se encuentra enclavado en la capital, Washington. Ante la pregunta del entonces presidente Eisenhower de si le gustaba la obra Pompa y Circunstancia (pieza musical compuesta por Edgard Elgar recurrente en conmemoraciones y graduaciones) Ira respondió tajante: “No, no me gusta para nada”. Seguro la asociaba con el cinismo y la mentira que representaba, seguro significaba para él valores y virtudes que no compartía ni creía de verdad.
Luego de la efervescencia inmediata en torno a su figura, su fama fue de a poco decayendo. Los gobiernos dejaron de necesitarlo como referente y lo tiraron como un papel viejo. Ni un centavo de las recaudaciones y eventos que participó le fue concedido, pues todo era en nombre de la patria. Comenzó a sumirse en el alcohol para paliar su tormento, hasta que después de años de alcoholismo severo, murió en medio de su vomito y su sangre tirado en una cuneta después de una borrachera y un juego de cartas para el olvido. Ese es mi héroe.
Ira Hayes es un mártir, un paria, una víctima del utilitarismo y la ambición disfrazadas de humanidad. Ira Hayes es un antihéroe que revela los medios deshonestos y egoístas de que se valen los grandes imperios para instalarse como jerarcas infranqueables e inexpugnables.
Es un secreto de estado, como muchos otros que tiene el gobierno norteamericano, la veracidad efectiva de la foto. De hecho hay numerosas teorías que hablan acerca de un montaje que buscaba dinero y fomentar el patriotismo. Se han hecho numerosas películas que cuentan su peculiar historia, y canciones entre las que destaca la compuesta por e interpretada por la voz grave de Johnny Cash. Lo dejamos con la canción y una traducción del coro.
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