Breves apuntes sobre la representación del horror en la fotografía de prensa publicada en los diarios marabinos: entre la ética y la estética
Por Jenny Farías Suárez
¿Hay cosas que son irrepresentables?¿Hay cosas que están más allá de lo visible?. A partir de estas interrogantes persiste el constante debate en el cual se plantea la búsqueda por representar lo existente. Los diversos códigos y lenguajes han estado indagando en las formas de encontrar los límites de esta representación por la necesidad de que existan maneras más justas de hacerlo. La polémica se centra en conocer si realmente existen cosas irrepresentables o si por el contrario todo puede ser representado a través de cualquier código; otorgándole al hombre esa facultad de conseguir de cualquier manera la forma de representar su “realidad”. Ahora bien, a esto también se le adiciona otra idea: habrá cosas que no se puedan representar y otras que no se deban. Desde este punto de vista, se deja entrever lo ilegítimo de representar algunas cosas por su justeza y ética de lo representado y la posibilidad o factibilidad de esa representación. Todo este planteamiento se genera y fundamenta en algunos hechos que marcaron la historia mundial. Ejemplo de ello lo constituyó la Shoah.
Esta masacre guiada por hechos de violencia -algunos registrados, otros no-replanteó las formas de la representación que el hombre utilizaba hasta ese entonces y que empezaron a cuestionarse a partir de la segunda guerra mundial. A raíz de estas reflexiones, los breves apuntes que aquí se presentan, pretenden describir la representación del horror en las fotografías que se publican en el diario de mayor trayectoria de Maracaibo, como lo es el Diario Panorama. Se describe -desde el punto de vista de la estética- cómo se muestran las imágenes de los hechos periodísticos que cubren noticias del horror así como de la ética que propone un deber ser en la publicación de la imagen fotográfica. Estamos hablando de fotografías de la guerra que llegan a la sala de redacción y que en apariencia parecen ser hechos lejanos a nuestra rutina y de imágenes del cotidiano que aunque ocurridas en Maracaibo de igual forma adquieren la posición (por ser publicadas en la prensa) del hecho que generalmente parece no herirnos de cerca. Se compaginan las imágenes que provienen de las agencias internacionales de noticias como AFP, AP y Reuters con las fotografías tomadas por los reporteros gráficos de la región en un intento de descripción de los hechos del horror que pueden sucederse en cualquier parte del mundo. Asimismo, se realiza una reflexión incipiente sobre las fotografías de hechos que han marcado al país (27 y 28 de febrero de 1989 y los más recientes conflictos generados por los factores que adversan el proceso revolucionario venezolano) y que de no haber sido recogidos con imágenes seguramente no recordaríamos.
La estética fotográfica del horror Las imágenes sobre el sufrimiento son de antiguo linaje al decir de Sontag. El arte pictórico aglutina ejemplos en varias décadas que demuestran una atracción del hombre hacia los cuerpos del dolor tan similar como la generada por los desnudos, el erotismo y la pornografía. Barthes manifestaba su llamado hacia ciertas fotos diciendo: “Tal foto me adviene, tal otra no. En el mundo actual, plagado de imágenes del horror que abarrotan los diarios y la televisión principalmente, esta atracción inicial por este tipo de mensaje visual va aminorando nuestro apego por observarlas con interés y hasta morbo. El avasallamiento nos va volviendo insensibles y vamos perdiendo nuestra capacidad de reaccionar. Ejemplo de ello es cuando en un diario local observamos fotografías de la reciente guerra de Irak o de hechos sangrientos en otra parte del mundo que por su lejanía geográfica no parecen afectarnos. “Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas.” (Sontag, 2003, 27) y que Barthes llama agentes de la muerte. A pesar de que los hechos que devienen en imágenes de horror generalmente están lejos de nosotros, la fotografía y sobretodo la de prensa trae a nuestros ojos la tragedia de otras personas. Quienes nunca han padecido de la guerra y del sufrimiento tienen conocimiento de ella a través de las imágenes que han observado en los medios. Memorizamos a cuadros, por ello es que “la fotografía ofrece un modo expedito de comprender algo y un medio compacto de memorizarlo.
La fotografía es como una cita, una máxima o un proverbio. Cada cual almacena mentalmente cientos de fotografías sujetas a la recuperación instantánea.” (Sontag, 2003, 31) Por otro lado, la fotografía siempre ha estado signada por la muerte, pues es una huella de lo que fue y que no vuelve. Barthes la denomina el retorno de lo muerto. Lo fotografiado o el blanco es el Spectrum, palabra que se relaciona con Espectáculo. Hacemos de las fotografías del horror aparecidas en la prensa un espectáculo para nuestros ojos. A pesar que a la fotografía se le ha etiquetado como reflejo de la realidad, ella misma por su naturaleza es sólo una interpretación subjetiva del hacedor de imágenes. Quien fotografía, encuadra su toma y encuadrar implica excluir elementos en esa toma. Las intenciones del fotógrafo al ser trasladada la imagen al papel no van a determinar la significación de esa imagen. La foto seguirá su curso guiada por las múltiples interpretaciones de quienes la observen. En algunos casos la misma fotografía es tan polisémica que con diferentes pies de foto podría ideológicamente ser utilizada para fines distintos que tiendan a una u otras posiciones políticas. “No hay guerra sin fotografía” comentó Ernt Jünger en 1930. Cuando hay
fotografías, la guerra se vuelve real. Ahora bien, tenemos que observar que tipo de representación se hace de los hechos. La fotografía que ofrece testimonio del horror es criticada si se guía por el sendero del arte y la estética. Tal es el caso de las imágenes de Sebastiao Salgado que utiliza lo sublime para representar la tragedia. Para que una fotografía sea considerada auténtica debe alejarse de la belleza de la representación y eso es precisamente lo que observamos en la mayoría de los diarios marabinos. El espectador termina por habituarse al horror de la vida real, de la guerra, del sufrimiento de lejos o el de más cerca. Las tomas fotográficas olvidan lo sugerido para dar paso a lo explícito: el hecho en sí, la sangre como la máxima del sufrimiento, de la violencia, del horror. ¿Será válido éticamente –en estos casos- hacer una apología del horror, del sufrimiento, de la violencia humana? Esa es la pregunta que debemos hacer a los editores de los diarios.
Estas fotografías describen una de las actitudes más salvajes que puede guiar al hombre. La imagen de la superior fue publicada –luego de una polémica discusión- en la primera página del diario Panorama y cuando la agencia AFP la transmitió a la redacción del diario la envió con el siguiente pie de foto: “A soldier of the government forces shows the decapitated head of a LURD rebel soldier 21 July 2003, killed during the heavy fighting for control of the old bridge in the waterside area, which gives access to the centre of Monrovia. At least 19 civilians are dead and there are many casualties amongst combattants.”AFP PHOTO GEORGES GOBET.
Las recientes imágenes que se transmitieron al mundo sobre la guerra de Irak y sobretodo la de los abusos a soldados irakíes por parte de los soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib fueron también publicadas en el Diario Panorama, dándole espacios preponderantes en cuanto a ubicación y tamaño. La fotografía que inicia esta página ya forma parte de nuestra memoria visual como la representación de la desvergüenza. La toma superior muestra el rechazo a las fuerzas norteamericanas por haber acometido los abusos en contra de los prisioneros. La leyenda que la acompañó fue la siguiente : Iraqis chant anti-American slogans as a charred body hang from a bridge over the Euphrates river in the flashpoint town of Fallujah, 50 kms west of Baghdad 31 March 2004. Angry residents armed with shovels mutilated the charred bodies of two people, believed to be foreigners, caught in an insurgents' attack and warned the rebel Iraqi town would be the "cemetery" of US occupation forces. AFP PHOTO/Sabah ARAR.
La representación del horror y la ética Al referirnos a la representación fotográfica de escenas del horror nos preguntamos si será legítimo representar imágenes de determinadas cosas no porque no se puedan representar sino porque no se deban. Esto no sólo implica el hecho de plasmarlas en una fotografía sino de publicarlas. La tendencia ha sido siempre en preguntarse como enfrentar la representación del horror, la violencia, la muerte y como manejarla cuando se trata de hacer llegar esa representación visual a las masas que consumen información en diarios. Elegir una imagen para publicar es una selección estética y ética. Hay que separar lo bello de lo justo. Lo explícito de una imagen del horror es a veces preferible a lo sugerido-encubridor. Pero ¿cómo se deben manejar esos principios éticos del periodismo para saber cuando se hace labor social y cuando se instiga a más horror? He allí la dificultad en determinar estas cuestiones. La batalla continua que los espectadores han tenido con los medios impresos deviene de su defensa hacia el famoso “amarillismo” que estos han practicado por décadas. El manejo de la información ya no sólo rebasa las fronteras de lo ético y lo estético a la hora de narrar los hechos mediante el lenguaje escrito, la imagen pasó a ser un recurso valioso para los editores de fotografías de los diarios.
La representación de las masacres, guerras y sufrimientos se convierten en rutina de entretenimiento televisivo y de prensa escrita. Las imágenes descarnadas y sensacionalistas, las imágenes de mayor impacto visual o las más dramáticas se han convertido en las de mayor consumo. Las fotos de la cárcel de Abu Ghraib comentadas arriba nos recuerdan las mencionadas por Sontag de los linchamientos de negros en los Estado Unidos entre 1890 y 1930 en las que aparecían un grupo de cristianos posando ante la cámara y al fondo un cuerpo mutilado y carbonizado colgado de un árbol. Sontag afirma que la desvergüenza de fotografiarlo es intrínseca a la perpetración de este mal. Igual es el caso del premio Pulitzer, Kevin Carter, que se suicidó luego de ganar este galardón por fotografiar a un niño sudanés moribundo acechado por un ave carroñera, imagen que siempre odió y lo persiguió en su imaginario. En el campo ético, el fotógrafo no sólo se bate entre presenciar y captar las imágenes del horror ya de por sí doloroso; si no por crear la fotografía trucada: aquella que se reconstruye a partir de lo que se desea mostrar. Ejemplo de ello es la famosa foto de Rober Capa de la guerra civil española. Fotos arregladas, ya no por la computadora sino por el escenario construido intencionalmente. Esta práctica unida a la reconstrucción mediante el computador ya pareciera estar en extinción. Sin embargo, deja al hecho fotográfico, signado por la tan mencionada objetividad, a la deriva de su credibilidad.
Venezuela y sus imágenes del horror
Estas imágenes que se muestran han sido la representación de la violencia política que ha marcado nuestra historia. La ya consabida situación de Latinoamérica de querer consolidarse como región desarrollada en cooperación con el resto del mundo se contrapone a los intereses económicos y políticos particulares que por años no han permitido que nuestro pueblo tenga posibilidades reales de avance. Esta pugna constante generó en 1989 uno de los más trágicos hechos en nuestro país que hoy se recuerda como la “bajada de los cerros” o el 27 y 28 de febrero; cuando en una especie de revuelta civil en protesta por el gobierno de Carlos Andrés Pérez la población caraqueña salió a la calle y bajó de los cerros depauperados de la ciudad capital. Hubo muertes y saqueos, pero sobretodo hubo muchas imágenes que recogieron el horror que se vivió en esos días. Ello no lo recordaríamos sin las fotografías aparecidas en prensa.
En contraposición a esos sucesos, hoy Venezuela enfrenta un proceso político revolucionario que está otorgando beneficios y posibilidades de educación, empleo y salud a quienes en 1989 se encontraban en el olvido. Esta situación si bien contribuye a ir mejorando la situación social del país no es el mejor escenario para los grandes capitales nacionales e internacionales acostumbrados a detentar sus privilegios.
Las protestas de la “oposición” o minoría en Venezuela (2.500.000 de personas en contra de Chávez) no busca reivindicar ningún derecho sino propiciar el desorden público y la anarquía para desestabilizar al país que ahora si avizora cambios de bienestar colectivo. Aún cuando de igual manera los diarios publican imágenes de algunos focos de violencia en el país, la lectura que hacemos de ellas cambia radicalmente dependiendo de las intenciones, ya no del fotógrafo sino de los dueños de los medios. La polisemia de la fotografía también es ética.
La violencia de las calles
Otros de los hechos que son captados por los foto reporteros del diario -que hacen de su oficio la cotidianidad del horror que se vive en la ciudad- son los sucesos de violencia callejera y actos delictivos. Se tratan de hechos ocurridos en la ciudad de Maracaibo y sus alrededores captados por los fotógrafos quienes hacen sus tomas de acuerdo a la directriz del editor de fotografía quien sugiere las fotografías explícitas para garantizar la autenticidad. Mientras más sangrienta sea la foto; mayor es el impacto de la imagen y por lo tanto mayor será el consumo de los lectores. Eso es la pauta “discutible” por demás que tienen las fotografías que aparecen en las páginas rojas de este diario. El lector se va haciendo inmune a este tipo de tomas y ve pasar por sus ojos el dolor de los demás.
Entre la estética descarnada de estas imágenes y la ética que valida o no su publicación en un diario se bandean los fotógrafos de prensa que buscan sobretodo sobrevivir en el espectáculo de la noticia, hoy por hoy una de las grandes industrias de la información que mueve millardos de bolívares en nuestro país y a quienes poco le importa la representación como problemática humana. Verbigracia, los medios de comunicación tradicionales venezolanos hoy.
Esta masacre guiada por hechos de violencia -algunos registrados, otros no-replanteó las formas de la representación que el hombre utilizaba hasta ese entonces y que empezaron a cuestionarse a partir de la segunda guerra mundial. A raíz de estas reflexiones, los breves apuntes que aquí se presentan, pretenden describir la representación del horror en las fotografías que se publican en el diario de mayor trayectoria de Maracaibo, como lo es el Diario Panorama. Se describe -desde el punto de vista de la estética- cómo se muestran las imágenes de los hechos periodísticos que cubren noticias del horror así como de la ética que propone un deber ser en la publicación de la imagen fotográfica. Estamos hablando de fotografías de la guerra que llegan a la sala de redacción y que en apariencia parecen ser hechos lejanos a nuestra rutina y de imágenes del cotidiano que aunque ocurridas en Maracaibo de igual forma adquieren la posición (por ser publicadas en la prensa) del hecho que generalmente parece no herirnos de cerca. Se compaginan las imágenes que provienen de las agencias internacionales de noticias como AFP, AP y Reuters con las fotografías tomadas por los reporteros gráficos de la región en un intento de descripción de los hechos del horror que pueden sucederse en cualquier parte del mundo. Asimismo, se realiza una reflexión incipiente sobre las fotografías de hechos que han marcado al país (27 y 28 de febrero de 1989 y los más recientes conflictos generados por los factores que adversan el proceso revolucionario venezolano) y que de no haber sido recogidos con imágenes seguramente no recordaríamos.
La estética fotográfica del horror Las imágenes sobre el sufrimiento son de antiguo linaje al decir de Sontag. El arte pictórico aglutina ejemplos en varias décadas que demuestran una atracción del hombre hacia los cuerpos del dolor tan similar como la generada por los desnudos, el erotismo y la pornografía. Barthes manifestaba su llamado hacia ciertas fotos diciendo: “Tal foto me adviene, tal otra no. En el mundo actual, plagado de imágenes del horror que abarrotan los diarios y la televisión principalmente, esta atracción inicial por este tipo de mensaje visual va aminorando nuestro apego por observarlas con interés y hasta morbo. El avasallamiento nos va volviendo insensibles y vamos perdiendo nuestra capacidad de reaccionar. Ejemplo de ello es cuando en un diario local observamos fotografías de la reciente guerra de Irak o de hechos sangrientos en otra parte del mundo que por su lejanía geográfica no parecen afectarnos. “Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas.” (Sontag, 2003, 27) y que Barthes llama agentes de la muerte. A pesar de que los hechos que devienen en imágenes de horror generalmente están lejos de nosotros, la fotografía y sobretodo la de prensa trae a nuestros ojos la tragedia de otras personas. Quienes nunca han padecido de la guerra y del sufrimiento tienen conocimiento de ella a través de las imágenes que han observado en los medios. Memorizamos a cuadros, por ello es que “la fotografía ofrece un modo expedito de comprender algo y un medio compacto de memorizarlo.
La fotografía es como una cita, una máxima o un proverbio. Cada cual almacena mentalmente cientos de fotografías sujetas a la recuperación instantánea.” (Sontag, 2003, 31) Por otro lado, la fotografía siempre ha estado signada por la muerte, pues es una huella de lo que fue y que no vuelve. Barthes la denomina el retorno de lo muerto. Lo fotografiado o el blanco es el Spectrum, palabra que se relaciona con Espectáculo. Hacemos de las fotografías del horror aparecidas en la prensa un espectáculo para nuestros ojos. A pesar que a la fotografía se le ha etiquetado como reflejo de la realidad, ella misma por su naturaleza es sólo una interpretación subjetiva del hacedor de imágenes. Quien fotografía, encuadra su toma y encuadrar implica excluir elementos en esa toma. Las intenciones del fotógrafo al ser trasladada la imagen al papel no van a determinar la significación de esa imagen. La foto seguirá su curso guiada por las múltiples interpretaciones de quienes la observen. En algunos casos la misma fotografía es tan polisémica que con diferentes pies de foto podría ideológicamente ser utilizada para fines distintos que tiendan a una u otras posiciones políticas. “No hay guerra sin fotografía” comentó Ernt Jünger en 1930. Cuando hay
fotografías, la guerra se vuelve real. Ahora bien, tenemos que observar que tipo de representación se hace de los hechos. La fotografía que ofrece testimonio del horror es criticada si se guía por el sendero del arte y la estética. Tal es el caso de las imágenes de Sebastiao Salgado que utiliza lo sublime para representar la tragedia. Para que una fotografía sea considerada auténtica debe alejarse de la belleza de la representación y eso es precisamente lo que observamos en la mayoría de los diarios marabinos. El espectador termina por habituarse al horror de la vida real, de la guerra, del sufrimiento de lejos o el de más cerca. Las tomas fotográficas olvidan lo sugerido para dar paso a lo explícito: el hecho en sí, la sangre como la máxima del sufrimiento, de la violencia, del horror. ¿Será válido éticamente –en estos casos- hacer una apología del horror, del sufrimiento, de la violencia humana? Esa es la pregunta que debemos hacer a los editores de los diarios.
Estas fotografías describen una de las actitudes más salvajes que puede guiar al hombre. La imagen de la superior fue publicada –luego de una polémica discusión- en la primera página del diario Panorama y cuando la agencia AFP la transmitió a la redacción del diario la envió con el siguiente pie de foto: “A soldier of the government forces shows the decapitated head of a LURD rebel soldier 21 July 2003, killed during the heavy fighting for control of the old bridge in the waterside area, which gives access to the centre of Monrovia. At least 19 civilians are dead and there are many casualties amongst combattants.”AFP PHOTO GEORGES GOBET.
Las recientes imágenes que se transmitieron al mundo sobre la guerra de Irak y sobretodo la de los abusos a soldados irakíes por parte de los soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib fueron también publicadas en el Diario Panorama, dándole espacios preponderantes en cuanto a ubicación y tamaño. La fotografía que inicia esta página ya forma parte de nuestra memoria visual como la representación de la desvergüenza. La toma superior muestra el rechazo a las fuerzas norteamericanas por haber acometido los abusos en contra de los prisioneros. La leyenda que la acompañó fue la siguiente : Iraqis chant anti-American slogans as a charred body hang from a bridge over the Euphrates river in the flashpoint town of Fallujah, 50 kms west of Baghdad 31 March 2004. Angry residents armed with shovels mutilated the charred bodies of two people, believed to be foreigners, caught in an insurgents' attack and warned the rebel Iraqi town would be the "cemetery" of US occupation forces. AFP PHOTO/Sabah ARAR.
La representación del horror y la ética Al referirnos a la representación fotográfica de escenas del horror nos preguntamos si será legítimo representar imágenes de determinadas cosas no porque no se puedan representar sino porque no se deban. Esto no sólo implica el hecho de plasmarlas en una fotografía sino de publicarlas. La tendencia ha sido siempre en preguntarse como enfrentar la representación del horror, la violencia, la muerte y como manejarla cuando se trata de hacer llegar esa representación visual a las masas que consumen información en diarios. Elegir una imagen para publicar es una selección estética y ética. Hay que separar lo bello de lo justo. Lo explícito de una imagen del horror es a veces preferible a lo sugerido-encubridor. Pero ¿cómo se deben manejar esos principios éticos del periodismo para saber cuando se hace labor social y cuando se instiga a más horror? He allí la dificultad en determinar estas cuestiones. La batalla continua que los espectadores han tenido con los medios impresos deviene de su defensa hacia el famoso “amarillismo” que estos han practicado por décadas. El manejo de la información ya no sólo rebasa las fronteras de lo ético y lo estético a la hora de narrar los hechos mediante el lenguaje escrito, la imagen pasó a ser un recurso valioso para los editores de fotografías de los diarios.
La representación de las masacres, guerras y sufrimientos se convierten en rutina de entretenimiento televisivo y de prensa escrita. Las imágenes descarnadas y sensacionalistas, las imágenes de mayor impacto visual o las más dramáticas se han convertido en las de mayor consumo. Las fotos de la cárcel de Abu Ghraib comentadas arriba nos recuerdan las mencionadas por Sontag de los linchamientos de negros en los Estado Unidos entre 1890 y 1930 en las que aparecían un grupo de cristianos posando ante la cámara y al fondo un cuerpo mutilado y carbonizado colgado de un árbol. Sontag afirma que la desvergüenza de fotografiarlo es intrínseca a la perpetración de este mal. Igual es el caso del premio Pulitzer, Kevin Carter, que se suicidó luego de ganar este galardón por fotografiar a un niño sudanés moribundo acechado por un ave carroñera, imagen que siempre odió y lo persiguió en su imaginario. En el campo ético, el fotógrafo no sólo se bate entre presenciar y captar las imágenes del horror ya de por sí doloroso; si no por crear la fotografía trucada: aquella que se reconstruye a partir de lo que se desea mostrar. Ejemplo de ello es la famosa foto de Rober Capa de la guerra civil española. Fotos arregladas, ya no por la computadora sino por el escenario construido intencionalmente. Esta práctica unida a la reconstrucción mediante el computador ya pareciera estar en extinción. Sin embargo, deja al hecho fotográfico, signado por la tan mencionada objetividad, a la deriva de su credibilidad.
Venezuela y sus imágenes del horror
Estas imágenes que se muestran han sido la representación de la violencia política que ha marcado nuestra historia. La ya consabida situación de Latinoamérica de querer consolidarse como región desarrollada en cooperación con el resto del mundo se contrapone a los intereses económicos y políticos particulares que por años no han permitido que nuestro pueblo tenga posibilidades reales de avance. Esta pugna constante generó en 1989 uno de los más trágicos hechos en nuestro país que hoy se recuerda como la “bajada de los cerros” o el 27 y 28 de febrero; cuando en una especie de revuelta civil en protesta por el gobierno de Carlos Andrés Pérez la población caraqueña salió a la calle y bajó de los cerros depauperados de la ciudad capital. Hubo muertes y saqueos, pero sobretodo hubo muchas imágenes que recogieron el horror que se vivió en esos días. Ello no lo recordaríamos sin las fotografías aparecidas en prensa.
En contraposición a esos sucesos, hoy Venezuela enfrenta un proceso político revolucionario que está otorgando beneficios y posibilidades de educación, empleo y salud a quienes en 1989 se encontraban en el olvido. Esta situación si bien contribuye a ir mejorando la situación social del país no es el mejor escenario para los grandes capitales nacionales e internacionales acostumbrados a detentar sus privilegios.
Las protestas de la “oposición” o minoría en Venezuela (2.500.000 de personas en contra de Chávez) no busca reivindicar ningún derecho sino propiciar el desorden público y la anarquía para desestabilizar al país que ahora si avizora cambios de bienestar colectivo. Aún cuando de igual manera los diarios publican imágenes de algunos focos de violencia en el país, la lectura que hacemos de ellas cambia radicalmente dependiendo de las intenciones, ya no del fotógrafo sino de los dueños de los medios. La polisemia de la fotografía también es ética.
La violencia de las calles
Otros de los hechos que son captados por los foto reporteros del diario -que hacen de su oficio la cotidianidad del horror que se vive en la ciudad- son los sucesos de violencia callejera y actos delictivos. Se tratan de hechos ocurridos en la ciudad de Maracaibo y sus alrededores captados por los fotógrafos quienes hacen sus tomas de acuerdo a la directriz del editor de fotografía quien sugiere las fotografías explícitas para garantizar la autenticidad. Mientras más sangrienta sea la foto; mayor es el impacto de la imagen y por lo tanto mayor será el consumo de los lectores. Eso es la pauta “discutible” por demás que tienen las fotografías que aparecen en las páginas rojas de este diario. El lector se va haciendo inmune a este tipo de tomas y ve pasar por sus ojos el dolor de los demás.
Entre la estética descarnada de estas imágenes y la ética que valida o no su publicación en un diario se bandean los fotógrafos de prensa que buscan sobretodo sobrevivir en el espectáculo de la noticia, hoy por hoy una de las grandes industrias de la información que mueve millardos de bolívares en nuestro país y a quienes poco le importa la representación como problemática humana. Verbigracia, los medios de comunicación tradicionales venezolanos hoy.
Fuente: Caña Santa
0 comentarios:
Publicar un comentario