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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

lunes, 3 de diciembre de 2007

En arte sólo me queda aprender a ser mejor persona: Pablo Ortiz Monasterio

Funcionario, padre y creador, se vala de esta experiencia para producir una obra que, dice no es de él, sino del público

Sandra Licona

Pablo Ortiz Monasterio (ciudad de México, 1952) es el cuarto de ocho hermanos. Hijo del afamado cirujano plástico Fernando Ortiz Monasterio y de Leonor Prieto; este fotógrafo y editor nació en la colonia Nápoles, aunque desde niño su trayecto vital se ha perfilado siempre hacia el Sur.

Ahí vive ahora, en una casa de la colonia San Angel, de blancas paredes, en las que, contrario a lo que se podría pensar por su profesión, no cuelgan fotografías sino obras de arte, como pinturas y arte objeto, mientras que en la mesa de centro descansan libros de Alberto Gironella, Luis Buñuel y Donna Karan.

Luego de tener en sus manos la curaduría del capítulo fotográfico de la muestra Tesoros de la Casa Azul, Frida y Diego, y listo para publicar un nuevo volumen, Montaña Blanca, "una reflexión gráfica sobre la patria", Ortiz Monasterio habla de su infancia, de la relación con sus padres y hermanos, así como con el gremio fotográfico, amén de confesar algunos gustos y obsesiones.

"Recuerdo que de niño viví en la colonia San José Insurgentes y que pasaba todo el día jugando en la calle, no era como ahora que necesariamente alguien tiene que cuidar a los niños. Sin embargo, todos los días cruzaba la ciudad entera para ir a la escuela. "Mis padres decidieron que había una primaria estupenda en ciudad Satélite, entonces diario nos recogía un camión, a las seis de mañana. No sé cuánto haría, a la mejor menos de lo que se hace ahora a Polanco. El Periférico no estaba terminado, sólo llegaba hasta la Fuente de Petróleos, así que para llegar a la escuela pasaba por muchos llanos".

Ortiz Monasterio recuerda que ese trayecto era entrañable por la cantidad de cosas y gente que veía. "Añoro con gusto esa época. Era una ciudad distinta, aunque la de ahora es fascinante, es una especie de prostituta guapísima, pero que si se mueve tantito y la ves de otro ángulo le aparecen las arrugas y es un esperpento tremendo; pero es un lugar que nos provoca adicción por su parte horrible y absurda, así como por sus barrios hermosos, el Centro Histórico y las personas que la habitan.

"En ese momento para mi padre, un profesionista brillante, que formó su carrera a partir de los años 50, la educación era fundamental, estaba convencido que lo mejor que nos podían dar era una buena escuela, entonces iban persiguiendo opciones sin importar las distancias".

¿Cómo fue su vida familiar con tantos hermanos y un papá famoso?

-Ha sido una relación muy intensa, con una figura paterna muy dinámica, exitosa, competitiva, divertida, trabajadora a tope. Veíamos poco a papá, pero lo veíamos como el emblema de que así está suave ser. Mi padre ha tenido una carrera internacional muy impresionante, pero también fue un deportista olímpico, en Japón.

¿En qué deporte se desempeñó?

-En vela, con un barquito muy pequeño, de una sola vela, que ahora ya no es olímpico.

¿Y su madre?

-Era mi madre, precisamente, la que enarbolaba siempre ese emblema del hombre exitoso y fue ella la que nos educó a todos, con la imagen de mi padre ahí, como la zanahoria que persigue el caballo.

En la familia somos mayoritaria mente hombres, sólo dos mujeres, entonces viví una infancia como de bestias. Nos mandaban a los cuartos de arriba y nos aventábamos de todo, mientras las niñas estaban más cuidaditas. Hubo mucho retozo, pleito, juego. Una vez por ejemplo, Javier, mi hermano mayor, que era colérico, de repente en una comida se enfadó y lanzó un cuchillo, por fortuna se quitó el otro...

Luego, al crecer, me di cuenta que los hermanos son un capital fenomenal, porque tienes brothers más grandes, con sus novias. Eran finales de los 60 y mis padres se iban de fin de semana y armábamos unas fiestas sensacionales, fue divertido, estimulante. Con el tiempo te vas definiendo y eso genera cierta cercanía con unos más que con otros.

Pero nos vemos, nos celebramos. Los martes hay comida en casa de mi madre y vamos todos".

¿Diría que su madre fue la típica gran mujer detrás del gran hombre?

-Claro, bestial, en realidad ella es la gran mujer, que lo oiga mi padre, se lo voy a dar a leer... porque además cero crédito, cero justicia y reconocimiento; mientras, el otro ahí andaba, ganando premios, dinero; aunque, sin duda, muy merecido todo...

Mi padre nos educó de una manera muy liberal, había que conocer el mundo, poca religión, a diferencia de mi madre. Hubo momentos en los que esa casa era complicadísima, una cosa hormonal, desenfreno juvenil, de todo, de rebelión política, así que tener las cosas fluyendo fue muy complicado para mamá.

Para cuando yo nací ya éramos muchos, yo me perdía, entonces eso me permitió ser discreto, habilidosos para negociar entre unos y otros, era la lechuga del sandwich. Fue una infancia y juventud súper divertida y gozoza.

Una vez lo vi con su padre y tengo la impresión de una relación entrañable.

-Sí. De pequeño era muy tímido, penoso, seguramente mi madre le dio indicaciones a mi padre de que tenía que procurarme, entonces me subía al coche y me llevaba de viaje. Ahí me descubre, se da cuenta de que se me ocurren cosas, que platico, a partir de entonces desarrollamos una relación estupenda, como con todos mis hermanos la tiene.

En la etapa profesional, en mi juventud, yo lo descubro a él. Me doy cuenta de la maravilla que es el hombre, de la simpatía que tiene, de lo bien que me la paso con él, entonces lo frecuento, nos divertimos, viajamos. Luego nos tocó hacer trabajo juntos. Yo viví en Londres, donde estudié fotografía, en los años 70. Era un periodo de rock and roll pesado, drogas, fiestas, me la pasé bomba.

Llevaba más de tres años y de seguro mi mamá se preocupó y volvió a darle indicaciones para que me buscara, seguro le dijo que yo estaba escribiendo puras cosas raras, entonces mi padre me propuso un proyecto en Bolonia, sobre Tagliacozzi, este médico cirujano del siglo XVI. Hicimos el trabajo, aunque lo publicamos 25 años después, en el año 2000.

¿Cómo se definiría usted como padre?, entiendo que tiene tres hijas.

-Sí. Me doy cuenta que soy un padre muy distinto al mío. Los tiempos han cambiado, en aquel momento mi padre se iba a trabajar a las seis de la mañana y regresaba a las 10 de la noche, y aunque estaba al tanto de todo, no se ocupaba.

Yo soy un padre más como mi madre, sí me ocupo, sí las atiendo, sí las llevo y las traigo. Me lo disfruto mucho, me caen muy simpáticas, me intrigan, es de la gente con quien quiero estar, me preocupa saber qué piensan, qué sienten, quiénes son sus amigos, me gusta pasear con ellos. Tengo dos hijas de 18 años (Leonor y Julia), son gemelas, se llaman como las abuelas, y otra de 15, que se llama Nicolasa, que viene bárbara, buscando su lugar.

Estoy cercano, cultivo la amistad con sus amigos y a ellos les hace ilusión, soy el papá y el fotógrafo.

¿Cómo se dio su primer encuentro con la fotografía?

-De niños teníamos sesiones de los viajes de mis padres, nos los contaban con transparencias y nos gustaban tanto que se repetían los fines de semana, eran un deleite. Esa posibilidad de contar experiencias a partir de las imágenes, muy elocuente, me marcó mucho. Además mi padre, si bien es científico, nos educó con mucho afán de ver arte, de llevarnos a museos, de comprar arte, adquirió obras importantes.

Había libros de arte en casa, un clásico: Family of Men, sobre la primera gran exposición fotográfica que se hizo en los años 60, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Y luego, a los 16 años, apareció en mi vida Bernard Plossu, de quien tengo unos 20 libros, es un fotógrafo francés que tiene un volumen emblemático que se llama Mexique, es amigo de un médico que a su vez era amigo de mi padre. Una vez, en Valle de Bravo, se presentaron los dos, con unas californianas guapísima, entonces fue todo muy seductor y dije quiero ser fotógrafo.

Sin embargo, estudió economía.

-En aquella época no había donde estudiar fotografía y de alguna manera pensaba que los fotógrafos se hacían, no lo veía como una profesión.

Nació en los años 50, la era de la ruptura en el arte, y en los 70, cuando empieza a trabajar en la fotografía, se da en México el surgimiento del arte contemporáneo, ¿cómo lo marcan estos hechos?

-Me tocó vivir el auge de la ruptura, el rompimiento de la escuela mexicana, el muralismo, entonces me toca conocer en su mejor momento a Cuevas, Rojo, Felguérez y Cohen, me hice amigo de ellos, sobre todo con Rojo en la Imprenta Madero. Sin embargo, a quien más frecuenté fue a Gironella porque se casó con una mujer muy amiga mía. Me di cuenta entonces de qué se trataba ser artista.

¿Cómo podría definir su relación con el gremio fotográfico?

-Por azares de la vida o la mejor porque me lo he buscado, me ha tocado no sólo ser fotógrafo en activo, sino organizar muchas cosas, además he sido editor, curador y funcionario. Hubo una época en que con Víctor Flores Olea me tocó hacer el Centro de la Imagen, la celebración de los 150 años de la Fotografía en México, los primeros dos Fotoseptiembre, Luna Córnea, la colección Río de Luz, entonces he tenido una posición privilegiada en términos de poder y eso siempre es complicado respecto del gremio, no puedes quedar bien con todos. Con el tiempo las cosas se asientan, creo que tengo un reconocimiento.

¿Cuáles son sus vicios y cuáles sus principales virtudes?

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-Mis vicios son privados y mis virtudes, espero sean públicas.

¿La miseria humana que más le incomoda?

-La mezquindad.

¿Cómo sería un ejercicio autocrítico sobre su persona?

-Repito lo que oigo que dicen de mí, que tengo una proyección de ser petulante, orgulloso y distante, aunque en el fondo creo que es un parapeto de inseguridad.

¿Lo que no puede faltar en su mesa?

-Verduras y aceite de olivo.

En la política ¿hacia dónde navega?

-Hacia la igualdad de las clases y los géneros.

¿Ya no hay nada por aprender?

-Para ser un mejor artista y un mejor fotógrafo ya no tengo que aprender nada sobre técnicas, hay que aprender a ser mejor persona.

Cuándo uno le pregunta a un fotógrafo sobre su imagen favorita, suelen responder: "la que todavía no he tomado", ¿usted qué diría al respecto?

-Mi imagen favorita es la que el respetable ha elegido como su imagen favorita: Volando bajo, que ha aparecido por todas partes, se volvió icónica y es una imagen que ya ni siquiera me pertenece. Así que si el respetable la eligió, yo no puedo, más que con humildad, decir que estoy de acuerdo.

Fuente: El Universal




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