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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

lunes, 12 de noviembre de 2007

"Si no sabes seducir, difícil es hacer un retrato"

Autorretrato del reportero gráfico Alguersuari / José María Alguersuari

Naila Vázquez
A José María Alguersuari la impuntualidad le salvó la vida. Cuando no contaba ni un par de décadas y debía cubrir un rally, quedó las 6 de la mañana con los organizadores para ir en coche. Se durmió y no llegó. Poco después supo que el rally se había suspendido por el grave accidente del coche que transportaba hacia allí al director y a un cronometrador. El coche en el que debía haber viajado.
Con 62 años, a este caballero amable y algo impuntual, le sobran las anécdotas después de más de 40 como fotógrafo. Empezó con vueltas ciclistas y rallys, siguiendo la estela de su padre, fue apodado "el mejor fotógrafo de deportes" y ha retratado a centenares de personajes para La Vanguardia. Ahora reúne esta crónica fotográfica y motera en un libro.
-¿Qué es lo mejor de ser fotógrafo?
-Puede parecer poco romántico pero para mí lo mejor de haber sido fotógrafo ha sido encontrar una herramienta para ganarme la vida y divertirme, no siempre. Y lo mejor de ser fotógrafo en mi generación es que hemos vivido un tiempo desde 1975 hasta 1990 extraordinario. Los periódicos iban locos por fichar fotógrafos y pagando bien.
-Explica en el libro que al contar a jóvenes estudiantes que se pagaba a 100 euros una diapositiva, los chicos exclamaban ¡100 euros! Usted se quedó reflexionando sobre cómo se había perdido la dignidad en el oficio ¿Por qué?
-El oficio se ha perdido. La gente se escuda en que las cámaras digitales lo hacen todo, si que es cierto que cuando disparas se hace la foto, pero la creatividad no está en la máquina sino en el fotógrafo. Con tanta competencia, el que tiene que pagar una foto, si no tiene escrúpulos, ya le va bien que sea una foto más o menos o una foto fantástica, sale la foto y ya está. De hecho, me han dicho que hay un periódico –no diré el nombre- que da cámaras a sus redactores y por cada foto les dan cinco euros. Algunos hasta envían dos y así son diez euros. Esto está en las antípodas de un profesional al que sólo el equipo digital decente le cuesta como mínimo 6.000 euros. Veo que hay interés por la fotografía pero lo malo es que con tantos fotógrafos o tanta gente que hace fotos, el oficio se acaba perdiendo.
-Además la digitalización ha puesto las cosas más fáciles, ya no hay revelado…
-Claro, tanto mi padre como yo estábamos acostumbrados a ir con la maletita del laboratorio portátil. En el libro explico cómo llegué a París de joven con toda la carga a cubrir un rally de coches antiguos y por la noche revelaba las fotos en el hotel. Incluso mi padre mandó negativos con palomas mensajeras. Una vez funcionó. Lo mejor es que hemos podido disfrutar de un trabajo muy romántico, muy manual, todo te lo hacías tú. Ahora todo es más fácil y más insulso. ¡Ni siquiera está la emoción de revelar y ver cómo te habían quedado las fotos! La diferencia entre el que hace fotos y el profesional es que es mucho mejor saber convencer a la gente que tener un técnica depuradísima, en el mundo del fotoperiodismo.
-Saber convencer y echarle morro.
-Tienes que saber hasta qué punto puedes jugar, tienes que saber seducir, esto es más importante que la técnica. Si no sabes seducir, difícil es hacer un retrato.
-Como hizo con Rodríguez Ibarra…
-Sí. Yo llegué allí a entrevistarle como presidente de la Junta de Extremadura junto a un redactor. Sólo llegar la jefa de prensa nos explica que las fotos han de hacerse en su despacho porque no le gusta nada ser fotografiado. Vino, nos dio la mano, y lo cogí del brazo y le dije, jugando a exagerar un poco: si es usted tan amable, le voy a hacer dos peticiones
–poniendo cara de serio- la primera es si me pudiera usted conceder el carné de enamorado. Se me quedó mirando, miró a la jefa de prensa con cara de quién es este loco y vuelvo: me refiero al de enamorado de la tierra, si lo hay, porque me encanta esta tierra, tiene unos paisajes... Entonces de golpe le dije: la segunda es que si yo entró allí lo voy a quemar vivo con el flash y quedaré mal con usted, con el diario… Si usted me acompaña fuera, que hay una iluminación magnífica en estos patios mozárabes, le hago las fotos allí, quedará estupendo y va a recoger exactamente la esencia de su tierra. Y se vino conmigo mientras la jefa de prensa me miraba con sorna.
-Tendrá anécdotas a centenares…
-Recuerdo una con Carod Rovira que no sale en el libro. Se trataba de una ronda de entrevistas con todos los políticos antes de las elecciones. Llamé a la jefa de prensa y le pedí quedar en la playa para hacer la foto. Vino con uno de esos trajes italianos magníficos, de tonos oscuros. Le dije que no me servía su ropa porque yo quería hacerle andar por la arena al lado el mar. Así que fue haciendo lo que le pedí, se quitó los zapatos, la americana, se arremangó los pantalones. Yo tenía la idea de una foto de él con el mar ya que es de Tarragona, de Cambrils. Le dije, ahora póngase a la orilla del mar, le hago una señal y avanza hacia mí. Yo me puse un poco más lejos y lo miré por el teleobjetivo. De golpe, a la izquierda, vi una ola mucho más grande de lo normal que le dejó el pantalón fatal. Lo vi haciendo aspavientos y diciendo que esa tarde tenía que ir al Parlamento. Le ofrecí los míos pero dijo que le irían grandes. Le dije que si quería me acercaba a su casa con la moto y le traía otros, pero me dijo que vivía en Tarragona. Y me perdí la mejor foto de Carod Rovira.
-¿Cuál?
-Tengo la foto de él caminando por la orilla pero no la del él en la tintorería esperando en calzoncillos…
-¿No se enfadó?
-Ya saben que son gajes del oficio. A Maragall quería hacérsela en una terraza de Gracia. Yo siempre miro puntos de vista, miro cómo se ve la ciudad. Quedamos y el mismo día la secretaría me dijo que no podía ser, que tenía la agenda muy apretada. Cuando nos encontramos, le enseñé la foto del paisaje que se veía desde dónde le quería hacer la foto, con el reloj de Rius i Taulet y las torres Mapfre a lo lejos. Esta era la foto que te quería hacer. Paró, se fue hacia el coche y dijo ¡vamos! Al pobre Piqué le hice subir los 600 escalones de la torre Calatrava, porque el ascensor estaba estropeado y cuando subió me di cuenta que eso era mucho más grande de lo que parecía. Se le veía demasiado pequeño, hice las fotos pero no servían. Luego le hice algunas en el suelo y fue una de esas la que utilicé.
-¿Cuál ha sido el personaje más difícil? En el libro habla de Ernesto Sábato.
-Sí, este fue muy difícil pero estoy contentísimo de que haya sido difícil, porque me ha dado un retrato magnífico. Él no quería hacerse la foto porque es mayor, un poco raro y un poco cascarrabias, estaba cansado. Él se negaba hasta que su mujer le dijo, venga. Fue allí pero se puso encogido, sin mirarme y en todas sale así. Así salió en el periódico. Con escritores tengo unas cuantas, cuando se celebró la Expo en Lisboa me encargaron una fotografía de un escritor que era como Camilo José Cela aquí. Me dieron el teléfono del corresponsal y del escritor. Quedamos que el corresponsal me sacaba las acreditaciones. Cuando estaba allí y lo llamé y me dijo que no las tenía, le digo que venga allí ¡y me dice que no...! Con tanto lío no hice las fotos. Cuando volví el jefe me preguntó por qué no había contactado con el corresponsal y entonces caí que había confundido los teléfonos y había estado llamando al escritor que era un señor mayor y no debía saber de qué le hablaba. Y nunca lo fotografié, murió unos meses después.
-Abres el libro con palabras de Xavier Miserachs sobre que la consideración social del fotógrafo estaba por debajo del saltimbanqui y un poco por encima de la foca. ¿A qué cree que se debe eso?
-Antes teníamos esta consideración de saltimbanquis pegados a una cámara y ahora, simplemente, muchas veces ya ni siquiera tenemos consideración. Antes, por ejemplo en deportes, todo el mundo que compraba el periódico el lunes quería ver cómo había sido el gol. Eras muy importante, el único que podía enseñar el gol. Ahora tienes miles de canales de televisión… El valor del fotógrafo ya no tiene sentido y tienes que buscar otro tipo de fotografía. Entonces tuve la suerte de traerme de Japón un teleobjetivo de 300 mm que creó un cambio en toda la fotografía deportiva. Yo se lo debo todo a ese objetivo.
-Por eso y por el uso del color, se ganó la fama de pionero.
-Sí. A mí me han puesto también el cliché de fotógrafo deportivo, pero de lo que se trata es de buscar lo que no hacen los demás. Yo me reinventé buscando este tipo de fotografía como la de Comediants sobre el Arc del Triomf, Crivillé en la cúpula Fabra… Se trata de foto ilustración y todo se basa en saber seducir. Si ahora te digo que te hago una foto desnuda, pero te digo que saldrás perfecta y que la haremos encima de la Sagrada Familia, enganchada a uno de los picos, seguro que te convenzo.
-Juegas con la vanidad del personaje.
-Sí pero hay gente que no tiene, a la gente vanidosa es fácil pero a otros, más tímidos, es complicado. Crivillé, por ejemplo, es muy tímido. La gente cree que me debió costar mucho dinero, pero no, si la hubieran hecho los americanos serían 60 mil euros o algo así, a mí me costó creo que 70 mil pesetas: el alquiler de la grúa y hacer una ampliación fotográfica de la moto, ese es el truco. No es un montaje digital, el personaje está allí pero la moto no. La original estaba en Japón aunque había una reproducción en una exposición en Madrid. Le pedí al corresponsal que hiciera la foto, con teleobjetivo y una determinada iluminación e hice la ampliación… ese es el truco, ¡la moto es una foto!
-Ahora con el photoshop eso de que una imagen vale más que mil palabras…
-Ya no. Cuando se dice eso se habla de la foto que se capta, que se rapta, esto sí vale mil palabras, captura la instantaneidad del momento. Pero también es cierto que ahora nadie se cree nada, un prado verde es verde pero no con estos tonos retocados que vemos ahora. Cuando haces un retrato, tienes que cuidar al personaje. A mí las señoras me gustan y dicen que siempre las he fotografiado muy bien -porque las quiero- me preocupaba sacar a una mujer mal. Hay muchos fotógrafos técnicos que les falta esta sensibilidad. ¡Mira! Así justo como te da la luz… este es tu perfil bueno. -¡Clic!
-Para acabar, ¿qué es lo peor de ser fotógrafo?
- Lo peor, desde una posición acomodada, es ver cómo se ha perdido el oficio e incluso que la gente que vale, gente joven, no tienen ninguna garantía de poder tener un futuro digno por la masificación. Lo peor es la degradación, la falta de consideración, la pérdida de recursos del oficio y del divertimento personal. Y lo bueno, lo vivido. Las herramientas digitales de hoy son maravillosas pero la propia dinámica de la economía del mercado, junto con la masificación, que tiene su parte positiva, se ha depreciado el valor del oficio.


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