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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

martes, 16 de octubre de 2007

Geovany Verdezoto logra que la realidad se traicione a sí misma

Versiones del mundo. El artista ha tardado cerca de dos años en tomar y, sobre todo, editar sus fotografías. También presenta un libro. Foto:EL COMERCIO

Los que se quedan’ es un ensayo artístico en toda regla. Otras dos exposiciones fotográficas se presentan, además, en la Alianza Francesa de Quito este mes
Ecuador.- La primera frase que lanza Geovany Verdezoto inmediatamente después de saludar es a la vez un resumen y una declaración de intenciones sobre la muestra que presenta en la Alianza Francesa: “Esto no es fotoperiodismo”.
La sala Gangotena-Michaux tiene 20 grandes fotografías que el artista ha venido trabajando desde hace casi dos años. Pero la fotografía es solo un pretexto para otra cosa: “Usé la fotografía con motivos netamente plásticos. Son panorámicas que manipulé en el Photoshop (‘software’ de edición fotográfica). No me interesó la veracidad sino la fuerza estética”.
Con esas palabras el artista adscribe, sin conocerlo, a Fedor Dostoievski, para quien la fotografía no penetra en la verdad de la escena ni del personaje. En el mismo tenor, el fotógrafo mexicano Pedro Meyer cuestiona: “¿Has visto a alguien en blanco y negro?”.
A Verdezoto, en tanto pintor, le importa muy poco el rigor de la técnica fotográfica. De hecho, juega con ella y la manipula hasta que se traiciona a sí misma: las imágenes que se ven ya no son las que la cámara capturó, hay un filtro más entre la realidad y la obra.
Con la verosimilitud de la imagen fotográfica, el artista elabora una pieza visual ajustada, más bien, a los cánones de la composición pictórica clásica. En La empleada, por ejemplo, se ve a una mujer en una cocina rural con un foco amarillo a sus espaldas.
La mujer lleva un vestido rojo que marca la cromática de la escena. Las manos, suspendidas en plena labor frente a la cocina, aligeran el aire reflexivo del cuadro con un leve movimiento. La luz está al servicio del color. La magra luminosidad del foco contagia a la breve habitación de un ambiente melancólico.
El efecto es exactamente el buscado por el artista. “Es la emoción que cada lugar me contagia lo que me lleva a buscar y fijar sentimientos en mis fotografías”. En ese sentido, Verdezoto tiene una ventaja: siempre pinta lugares que conoce bien.
Esta muestra, por ejemplo, nació hace cerca de dos años. Fue primero el ejercicio final de un curso de fotografía, que tomó como materia opcional en sus estudios de Artes Visuales en la Universidad San Francisco.
Un día fue de visita a Tanizagua, en la provincia de Bolívar, donde vive su abuela. Ahí se encontró con una casa antigua, en la que 40 años atrás había vivido su padre. “Al entrar nos santiguamos para que no nos diera mal aire y, de inmediato, me di cuenta de la belleza natural de la escena. Prendí unas velas para dar luz aquí y allá y fui colocando a mi familia en varios lugares, hasta que me dije a mí mismo: esta es la foto”.
Disparó una vez, dos veces, una tercera... cinco minutos... media hora. Desde todos los puntos imaginables en 360 grados. Con ese material trabajó su primera foto. La edición le tomó cerca de cuatro horas. El resultado es una penumbra espiritual poblada de sombras que deambulan en pos de una cruz de madera que tiene cifrada, la leyenda “Dios no muere”.
De los cuadros familiares saltó a los de la parroquia y, finalmente, halló la veta más rica: los de los familiares de los emigrantes que se han quedado en el país: “Una temática que siempre me ha interesado, porque yo también soy inmigrante en Quito”.
Fuente: El Comercio


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