El surrealismo desarmado
Estado Español.- Tres partes de Freud, dos de Marx, un chorrito de Breton, una pizca de Dada et voila: le surréalisme! Uno de los movimientos estéticos claves del pasado siglo y, probablemente el que más ha marcado el espíritu de lo contemporáneo. De su origen minoritario, elitista y radicalmente izquierdista, el surrealismo fue impregnando las distintas capas de la sociedad y de lo cotidiano, convirtiéndose en la herramienta de apreciación estética de lo que hasta ese momento había quedado en la categoría de lo chusco, lo chocante o simplemente anecdótico.
Cosas del surrealismo, la exposición que, con el patrocinio del BBVA, finaliza su itinerario en el Guggenheim de Bilbao tras su presentación en el Victoria & Albert de Londres y recalar en el Bojmans de Rotterdam, analiza la expansión del movimiento más allá de lo puramente artístico: en la moda, el diseño, la fotografía utilitaria o la publicidad. Todo ello con la condenación a los infiernos, en unos casos, o la benevolencia, en otros, del padre fundador, André Breton. Desde la participación de Joan Miró y Max Ernst en el diseño de la escenografía del ballet Romeo y Julieta de Sergei Diaghilev, motivo del primer acto de protesta (incitado por Breton y Arago) por “poner las ideas al servicio del dinero”, a la decoración del escaparate de la tienda de modas de Elsa Schiaparelli, la muestra explora las sucesivas excursiones de los artistas del movimiento al ámbito de lo comercial. Si la exposición abre con un apartado dedicado al caso Miró-Ernst, los otros cuatro se ocupan de la mirada que el surrealismo dirige a la naturaleza, guiada por la búsqueda de lo extraño, al objeto, la exposición (y construcción) del cuerpo y la decoración de interiores. De la pintura al cine, del mobiliario a la moda o la publicidad, la estética del surrealismo se extiende como una mancha de aceite que todo lo impregna.
Y es que los del surrealismo son nuevos tiempos y la división entre arte e industria, o entre pensamiento estético y medios de comunicación, se diluye a toda velocidad. Los surrealistas publican un periódico entre 1925 y 1930 y buena parte de los artistas que militan en el movimiento desarrollan al mismo tiempo una actividad profesional. Man Ray es el mejor ejemplo: fotógrafo publicitario y de moda al tiempo que explorador incansable de los límites del medio para su producción artística. Pero muchos de los objetos creados por los surrealistas tuvieron un destino más próximo al interiorismo que a la obra de arte, por no hablar de colaboraciones directas, como las de Dalí, con las llamadas artes aplicadas, como el diseño textil.
Y es que los del surrealismo son nuevos tiempos y la división entre arte e industria, o entre pensamiento estético y medios de comunicación, se diluye a toda velocidad. Los surrealistas publican un periódico entre 1925 y 1930 y buena parte de los artistas que militan en el movimiento desarrollan al mismo tiempo una actividad profesional. Man Ray es el mejor ejemplo: fotógrafo publicitario y de moda al tiempo que explorador incansable de los límites del medio para su producción artística. Pero muchos de los objetos creados por los surrealistas tuvieron un destino más próximo al interiorismo que a la obra de arte, por no hablar de colaboraciones directas, como las de Dalí, con las llamadas artes aplicadas, como el diseño textil.
En la propia esencia del surrealismo está el principio de dotar a los objetos cotidianos de una nueva lectura. Cuando Mereth Oppenheim forra una taza de té utilizando la piel de una gacela china, está subvirtiendo las estructuras del comercio, al convertir un simple objeto en algo que se abre a un abanico de interpretaciones totalmente nuevo; al igual que ocurre con el escurridor de botellas de Duchamp. Por el contrario, la mesa de centro diseñada por Isaamu Noguchi se sitúa más cerca de la obra escultórica que de la forma utilitaria. Producción industrial y creación artística se entremezclan para siempre.
Y el resultado es el uso de una de las principales características del movimiento, su permanente deseo de provocación, de llamar la atención, para un fin muy distinto de los ideales de libertad y rebeldía pregonados en los sucesivos manifiestos. Llamar la atención, sí, producir el deseo, también, pero para encauzarlo a la posesión del objeto. Aunque, en realidad, se trate de un viaje de ida y vuelta. Los publicitarios se apropian de las estrategias del surrealismo y los surrealistas encuentran una vertiente poética en los anuncios.
Pero donde la compenetración entre creación, o investigación, artística y aplicación comercial alcanza un mayor grado es en el ámbito de la moda, con el cuerpo femenino como territorio común. Si el objetivo de la moda es la construcción del cuerpo femenino, el surrealismo lo toma como uno de sus temas principales. Hans Belmer lo descompone para volverlo a recomponer arbitrariamente, Dalí exprime sus posibilidades simbólicas (y de provocación), Claude Cahun reconstruye las nociones de género y con ello ataca la base tradicional de la sociedad. Para Tristan Tzara, la moda se caracteriza “por el énfasis sobre diferentes partes de la anatomía, sirviendo los adornos al mismo tiempo como signos y como llamadas”.
Y el resultado es el uso de una de las principales características del movimiento, su permanente deseo de provocación, de llamar la atención, para un fin muy distinto de los ideales de libertad y rebeldía pregonados en los sucesivos manifiestos. Llamar la atención, sí, producir el deseo, también, pero para encauzarlo a la posesión del objeto. Aunque, en realidad, se trate de un viaje de ida y vuelta. Los publicitarios se apropian de las estrategias del surrealismo y los surrealistas encuentran una vertiente poética en los anuncios.
Pero donde la compenetración entre creación, o investigación, artística y aplicación comercial alcanza un mayor grado es en el ámbito de la moda, con el cuerpo femenino como territorio común. Si el objetivo de la moda es la construcción del cuerpo femenino, el surrealismo lo toma como uno de sus temas principales. Hans Belmer lo descompone para volverlo a recomponer arbitrariamente, Dalí exprime sus posibilidades simbólicas (y de provocación), Claude Cahun reconstruye las nociones de género y con ello ataca la base tradicional de la sociedad. Para Tristan Tzara, la moda se caracteriza “por el énfasis sobre diferentes partes de la anatomía, sirviendo los adornos al mismo tiempo como signos y como llamadas”.
Ramón ESPARZA
Fuente: El Cultural
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