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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

lunes, 11 de febrero de 2008

Photo Buenos Aires: el continente fotografiado

Marcos López / Cortesia Photo Buenos Aires


Ningún arte como la fotografía capta el instante irrepetible en que una imagen logra hacer visible no sólo la trama de los sueños o los miedos personales, sino los imaginarios de una ciudad, porque a fin de cuentas cada una de éstas posee un alma colectiva. En la pasada Photo Buenos Aires, organizada por la revista Arte al Día Internacional y el diario La Nación, en la capital de Argentina, fue posible apreciar imágenes ya icónicas de los inicios de la fotografía latinoamericana y una selección de paisajes urbanos pertenecientes a épocas más recientes, además de una muestra de la fotografía contemporánea que recrea escenarios continentales. Aunque entre las 30 galerías invitadas participaron algunas provenientes de la Comunidad Europea y de Estados Unidos y es imposible enumerar los temas abarcados, resulta muy interesante asomarse a la recreación de las urbes latinoamericanas y del mundo interior de sus habitantes.

Contemplando la exhibición Diálogo de imágenes que presentó la galería Jorge Mara, La Ruche, resultaba estremecedor ver las similitudes entre Horacio Coppola e Hildegard Rosenthal, que nunca se conocieron ni sospecharon cuántas semejanzas había en sus visiones respectivas de Buenos Aires y Sao Paulo. Ciertamente, el encuadre de las escenas que captaron el naciente cosmopolitismo en las ciudades que habitaban, el deleite en los grandes bloques arquitectónicos, el sobrio manejo de la luz, se remontaban en ambos casos a la influencia de la Escuela Bauhaus; pero hay también una personalísima sensibilidad, un tipo de mirada que los acerca. Prueba de ello es la notable semejanza que se aprecia en la concepción de los autorretratos que ella se tomó en 1940, y él en 1931, un año antes de que una de sus fotos sirviera de portada al libro de Jorge Luis Borges, Evaristo Carriego. En la muestra paralela que presentó la galería Vasari los paisajes que expresan lugares interiores del alma abarcaron imágenes de la gran pionera de esta tradición en Argentina, Annemarie Heinrich, hasta las piezas contemporáneas de artistas capaces de sugerir lo onírico a través del estricto registro de lo real, como Marcos Zimmerman, cuyo Río de los sueños captura el mar agitado en una imagen que parece transmutar el agua en niebla. La Fundación Moreira Salles, dueña del máximo acervo fotográfico de Brasil, que fue el país invitado por la feria en su tercera edición, eligió presentar a Marc Ferrez (1843-1923), discípulo de Leuzinger, que en su época fue el único fotógrafo de la corte imperial y de quien se dice que lo fotografió todo, pero cuyas imágenes de esclavos, criollos e indígenas del Matto Grosso, junto con las vistas del puerto de Río de Janeiro, o las panorámicas de ciudades como Copacabana son legendarias. Además de las bellísimas imágenes impresas en gelatina de plata de fotógrafos como Hans Gunter Fueg --obsesionado por el crecimiento industrial y la arquitectura en Sao Paulo-- la Fundación mostró al notable salvadoreño contemporáneo Mario Cravo Neto que ha publicado libros sobre Ciudad de Bahía. La imagen a color Cruz de la época de la guerra, Canidos, capta un tiempo suspendido en el ocaso, una terrible inmovilidad sobre la cual gravita la muerte.

La tradición de la fotografía de ciudades es larga en el continente. A nombres como Sergio Larraín que, como precisa Erika Billeter, funde el registro preciso del realismo óptico estricto tipo Bauhaus con el aspecto fantástico de los fenómenos, y capta Valparaíso, se suman el de Pablo Ortiz Monasterio que apresó la cotidianidad de Ciudad de México; o Fernando Castro que encuentra la poética del Perú urbano. Photo Buenos Aires permitió remontarse a los distintos momentos de esas visiones de ciudades y ver escenas tomadas en 2007 como Bar la Plaza, de Guillermo Srodek-Hart o las arquitecturas que Marina Cantell apresa en sus ''tiras fotográficas móviles'', y en oposición a su dinamismo, la estática de piezas como la fachada del hospital que inmoviliza Santiago Porter, o la aprehensión del montaje sobre Buenos Aires de Otilio Moralejo en su Zona vigilada. A la ironía política de Dulce Pinzón retratando al Hombre Araña (un limpiador de ventanas) en Nueva York; se suma el humor y la cuidadosa estética a través de la cual Muu Blanco apresa el caos estructural latinoamericano, y la extraordinaria técnica con la que Raquel Bigio construye sus ficciones tomando el reflejo de edificaciones en el espejo de otras.

Junto a fotógrafos legendarios ya desaparecidos como Leo Matiz, capaz de construir una obra abstracta a partir de una toma aérea, se mostraron las obras de artistas imprescindibles como Graciela Sacco que nos ha enseñado a ver las ciudades no sólo en sus fotos sino a través de sus intervenciones en éstas o como Claudio Perna. Nadie que haya visto las extraordinarias imágenes que ha tomado Robert Polidori de interiores y exteriores en La Habana con una definición y un color que no tienen comparación porque manda a hacer sus películas con una fórmula especialmente preparada para él, puede olvidarlas. Por otra parte, hay fotografías que captan la poética de la memoria a través de fotomontajes de espacios interiores como se observa en Aula Magna de la artista local Liliam Domínguez, o en las escenas de Arturo Aguiar, cuya estética juega con el claroscuro a la manera de Velázquez. Ramon Sicart fotografía el rastro de vidas y ciudades de un modo único: apresando las palabras que se inscribieron con la urgencia de no olvidarlas jamás sobre las lápidas de piedra o mármol.

La presencia de Sara Faccio --quien conformó con Alicia DAmico el dúo de fotógrafas que los lectores de Rayuela de Cortázar aprendieron a amar a través suyo--, revivió el inicio de las heroicas empresas editoriales dedicadas a la fotografía en los tiempos en que no estaba claro que ésta pudiera ser un arte mayor y se requerían los textos de los grandes escritores para legitimarlas. Hoy continúa presentando en La Azotea no sólo los inolvidables retratos que tomó entre 1960 y 1992 a figuras como Malraux, Borges o Neruda y a la gente anónima en los funerales de Perón, sino a fotógrafos como Luis González Palma o Sandra Eleta. No está sola en su aventura: la notable editorial Colección Fotógrafos Argentinos ha retomado el desafío de publicar las mejores obras fotográficas acompañadas de textos literarios de autores no sólo prestigiosos, sino capaces de ver. Prueba de ello fueron los títulos que presentó en Photo Buenos Aires: El Jugador, de Marcos López, con texto de Alan Pauls; Presagio, de Dani Yako, con texto de Martín Caparrós; y Los restos, de Juan Travnik, con texto de Rubén Szuchmacher. Este enorme fotógrafo que estudió tanto la obra de Annemarie Heinrich, puede transformar en una escena poética la más desteñida fachada urbana a partir del trabajo de la luz y las sombras reflejadas.

En el espacio curatorial Edición Limitada, Diego Ortiz presentó fotografías contemporáneas hechas con la antigua técnica del haluro de plata. Juan Brath y Jandri Blaquier, pero también cada uno de los 13 fotógrafos incluidos (con técnica de plata) demostraron el imperecedero valor del blanco y negro. La exhibición de los finalistas y ganadores del Premio Petrobras, otorgado por la feria Photo Buenos Aires permitió asomarse a formas fotográficas modeladas por la imaginación actual. Los artistas ya no persiguen tanto captar ese instante-revelación que obsesionaba a Cartier-Bresson, como escenificar sus delirios, sus miedos, su imaginación creadora, sus homenajes y fotografiarlos. Prueba de ello son las tomas de espacios como la casa surrealista de Lila Siegrist (primer premio) con una tela a cuadros que se desborda por las ventanas y llena el horizonte; o el fabuloso autorretrato que Andres Wertheim se tomó de pie en el centro de una biblioteca con una picada que capta --en homenaje a M.C. Escher-- con un lente ''ojo de pescado''. No menos impresionante es el trabajo de crítica social que hace Hugo Aveta, en Historias clínicas, Colonia Santa María; o la obra onírica de intensa subjetividad de Pablo Tapia.

La dimensión del paisaje en la fotografía contemporánea es tan vasta que abarca desde los bestiarios que Juan Elrich capta y reinventa en escenarios digitalizados que provocan la nostalgia del ojo ante lo paradisíaco y tornan ambigua la frontera de lo real; hasta los escenarios del trasfondo desde donde nos miran los personajes de ojos enormes de Flavia da Rin.

Fuente: El Nuevo Herald


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