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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

miércoles, 23 de enero de 2008

Yo y mis circunstancias

Por segunda vez se reinauguró la muestra Yo–Yo, la colección de retratos fotográficos, curada originalmente por la galería Carlos Woods para Foto 30 de 2007.

Por: Rosina Cazali/No lugar

Guatemala.- Por segunda vez se reinauguró la muestra Yo–Yo, la colección de retratos fotográficos, curada originalmente por la galería Carlos Woods para Foto 30 de 2007. Confieso que la primera vez que vi la exposición me recordó en algo el libro de Tom Wolfe La hoguera de las vanidades. A todas luces, una evocación que contrasta con los objetivos de la exposición, los cuales viajan entre las intenciones lúdicas y el rescate del género a través de una sorprendente cantidad de retratos y autorretratos de personalidades del ámbito cultural y artístico de Guatemala.

A pesar de sus aspiraciones sencillas, a pesar de su aparente éxito, aunque formidable, no pueden redimirle. Yo–Yo despierta todo un enigma, donde apenas se define la frontera entre seducción e incomodidad. Entre lo divertido que ha resultado para muchos participar en la experiencia, para mí fue imposible obviar las grandes enseñanzas de Sontag, Barthes, Benjamin, Kristeva, Baudrillard, Foster y otros teóricos que nos han legado sus ideas sobre las capacidades del retrato fotográfico, donde se mezclan verdadero respeto y temor. Un miedo que nos deja helados, al comprender que este no es un amable intercambio de miradas sino un arma con doble filo, capaz de subrayar la ambigüedad moral de la sociedad y del ámbito cultural en particular. Colocar en una misma habitación a tantos personajes es una invitación abierta a la disección de un árbol genealógico que crece en las relaciones de conveniencia como estrategias de poder. Desde una mirada antropológica, y como en la política, Yo–Yo exhibe un fragmento privilegiado de la sociedad donde apenas nos toleramos, donde se estimulan los protocolos y las complicidades. También, se disfruta del juego de los contactos, del espectáculo, el afán de protagonismo, los rumores, los roces, el codearse.

Al pensar en la fotografía como retrato, invariablemente recurro a obras fundamentales como la de Diane Arbus, Avedon, Serrano o Cindy Shermann, donde la fotografía lleva la carga de retratar la belleza pero también la irrevocable soledad y alienación humanas. Pues, en el “terreno vago” de los retratos hay mucho por descifrar. Es como una cebolla a la cual se le quitan sus cortezas, una detrás de la otra. Conforme se avanza nos hace llorar, ya sea por descubrirnos en la escala de lo demasiado humano o revelándonos como vulgares habitantes del planeta.

Hay suficientes antecedentes, escritos básicos que nos advirtieron que quedarse en el carácter adulador del autorretrato es el peor de los fracasos. ¿Por qué conformarse con menos? Hablando hipotéticamente, si ha de existir un reto en Yo–Yo, es el de ver con sospecha lo ya dado. Implica el nunca abordar la fotografía de retrato como si se tratara de un museo de cera, lleno de celebrities inofesivos. Más bien, huir de lo trillado y lo afectivo, para confesar que en la corrección también convive la complacencia moral de una sociedad idealizada. Y que, en la hoguera de las vanidades, el ejercicio crítico es el único demonio que nos rescata de su liviandad.

Fuente: El Periodico de Guatemala


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