Quickribbon

CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

sábado, 12 de enero de 2008

«Soy un autor, lo de artista me parece una horterada»

El fotógrafo alavés ha publicado 'Primera época', una selección de sus primeras instantáneas acompañada de imágenes familiares recientemente rescatadas.

Alberto Schommer dispone de una privilegiada atalaya en San Sebastián sobre la Concha y el barrio de Antiguo. Desde esa residencia, alzada sobre la playa y el mar, ha recuperado la memoria de una dilatada trayectoria creativa. Repasa su vida a partir de recuerdos lejanos, aquellos que le remiten a la tienda paterna en su Vitoria natal (1928) y a unas inquietudes escindidas entre la pintura y la fotografía, finalmente triunfadora. Buena parte de las primeras instantáneas, que ya le concedieron el favor temprano de la crítica, se han reunido en 'Primera época' (Laia), un libro que también recoge imágenes familiares entre dos siglos, recientemente halladas en su archivo personal.

El autor reconoce que, además de las bellas vistas que se contemplan a través de sus ventanas, disfruta de una particular posición dentro de su disciplina. «Llevo veinte años sin hacer encargos», confiesa ufano. «Yo vendo ideas, proyectos, y me los pagan bien».

-En su juventud fue pintor y realizó cortos cinematográficos. ¿Cómo derivó su interés hacia la fotografía?

-Hubiese sido un gran pintor. Participé en una bienal en Cuba, aunque mis conocimientos eran escasos porque, tras la Guerra Civil, España estaba completamente aislada. Entonces, en los años cincuenta, no me interesaba para nada la fotografía, no había leído ningún libro de la materia, incluso prefería el cine. Pero mi padre poseía un estudio de fotografía y un día cogí las cámaras y, sin encomendarme a nadie, desmantelé las luces ya establecidas, puse un solo foco y, a partir de ahí, me di cuenta de que un retrato fotográfico tiene más garra y es más verdad que uno de pintura.

-¿Y de qué manera descubre la fotografía que se hacía entonces?

-Formaba parte de un cine-fórum y lo curioso es que nos visitó un realizador de cine catalán y vio mis instantáneas. Aunque le dije que pintaba y no sabía nada de la materia, me animó a seguir y me envió un libro de Edward Steichen. La verdad es que no me impactó. Luego me hizo llegar otros de Irving Penn y Richard Avedon, y aquello sí que me descompuso. ¿No podía creer que la fotografía pudiera ser tan bella! Comprendí que era un tema muy serio y de aquella época son los bodegones o los retratos de muchachas que aparecen en la obra recién publicada.

-¿Cuándo se percata de que lo suyo no son los pinceles?

-Renuncié definitivamente a la pintura por un cliente de mi padre. Entró en el estudio interesado por mis fotos, expuestas en el escaparate. Era el dueño de Publicis, la empresa de publicidad más importante de Europa, y me pidió que fuera a París a trabajar para él. Allí contacté con Balenciaga, que creía que mi estilo trasplantado a la moda resultaba revolucionario. Pagaba una fortuna, pero me volví a España y me trasladé a Madrid para iniciarme en esta profesión.

-Ni entonces ni ahora su trabajo puede catalogarse como académico.

-Toda mi vida ha sido puro instinto porque no he podido estudiar por enfermedad, aunque he leído todo lo que podía caer en mis manos. En aquel tiempo, quienes se creían más innovadores seguían haciendo las procesiones, la gente folclórica o las vistas urbanas, casi nadie se dedicaba a los paisajes, los bodegones o el reportaje en la calle.

-En ese período realiza retratos, imágenes industriales y de las arquitecturas de Sáenz de Oiza, por ejemplo. ¿No se sentía atraído por la fotografía social, tan apreciada en la época?

-Nada, absolutamente nada. Siempre me ha interesado lo que sigo haciendo ahora, investigar, inventar, ir de un terreno a otro sin volver la mirada. Es el caso de las instantáneas psicológicas para 'ABC', en la serie de desmontaje del franquismo, que parte de la máscara rota de Franco. Por cierto, siempre me negué a hacer fotos del generalísimo.

Retratos

-Ese trabajo es uno de los más característicos de su creación, ¿cuál fue el proceso?

-A partir de 1972 empecé a confeccionar una selección de personajes franquistas y demócratas, muchos aún en el exilio. A algunos les colocaba con libros rotos en la mano, a Carlos Saura, por ejemplo, sentado en una silla de ruedas, como si estuviera inválido y rodeado de guiones caídos a su alrededor, mientras que a José María Pemán lo situé tocado con una corona colocada de mala manera. Las poses podrían ser denigrantes, pero la derecha de entonces no se enteraba.

-¿No necesitaba dialogar con el modelo?

-No, cuando yo tenía resuelta la idea se la vendía hábilmente a unos y otros, aunque con dicción diferente. A los franquistas con tanta reverencia que la aceptaban fácilmente. A José Antonio Girón lo vestí con un mono de obrero y una pluma de avestruz. Era tan listo que se dio cuenta y le dijo a Anson que no quería que se publicara, pero que deseaba aparecer. Le hice otra, apuntando hacia un libro abierto ilustrado con dibujos de Forges y referencias a la libertad y la justicia social. No lo rechazó y estéticamente quedó muy bonita.

-Es un trabajo que ha sido alabado por Anne Leibovitz.

-Me aseguró que era más avanzado que el suyo porque ya en la década de los setenta abordaba la vertiente psicológica de una forma muy directa. Yo creo que ahí revelé mi diferencia. El ministro López Bravo me contó que Franco, al final de un Consejo de Ministros, les ordenó que no posaran para mí, que yo era un agente extranjero con una mano malísima. Fue un gran halago.

-¿Contempla a los políticos como máscaras?

-Sí, pero conmigo se fían porque conocen mi obra. Para la última serie de 'El País', hace tres años, llamé a políticos y empresarios. Vinieron como ovejas.

-Curiosamente, aunque le apasiona la escenografía, rechaza la publicidad.

-Sí, porque, cuando me la ofrecieron, no disponía de margen para la creatividad, sólo cabía ser un gran técnico y un sibarita de las calidades.

-Tampoco le atraen los encargos.

-Llevo veinte años sin hacerlos, no los acepto, aunque me paguen lo que sea. Vendo ideas y ahí están los libros. La revolución estaba dentro de mí y ha seguido ahí durante toda mi vida. Como cuando Oteiza llegó a la caja metafísica, ahora estoy empeñado en el cero fotográfico a partir de objetos cotidianos. No hay fondo ni soporte, sólo una sombra, un contorno. Menos, sería el blanco.

-¿No hay rostros incapaces de expresar?

-A todos les he encontrado algún lado sugerente, tal vez una iluminación cenital que cubre los ojos y vigoriza los rasgos. Aunque, sí, hay caras absolutamente neutras, como me ha pasado con un pintor muralista extraordinario. Le hice venir y ahora veo su imagen y sigue siendo anodina. O un gran pintor de Cuenca, cada vez que lo observo en la Academia de Bellas Artes pienso que es un horror.

Digital

-¿Cuál es su mejor herramienta? ¿La composición o la luz?

-La luz no me interesa nada. Puede asombrar lo que confieso porque todos los fotógrafos hablan del atardecer como el mejor para la moda, los paisajes, bodegones al aire libre o las ruinas romanas. Yo me conformo con tener luz, que es la vida y sombra, que es también la muerte. Lo que más me importa es el ojo al enfocar y la manera en que utilizo la cámara, que me vibre. Puedo sujetarla con solidez, desde abajo o un costado. Yo pongo el automático y no me preocupo.

-¿No siente tentado por la revolución digital?

-Me ha desilusionado. Elaborando la serie de las 'Transfiguraciones' a partir de flores, recurrí a un experto de laboratorio al que le expliqué mis bocetos. Al principio, el resultado me pareció fascinante, pero comparándolo con lo que había hecho yo, se me antojó falso, sin vida, acartonado.

-¿El ordenador mata el espíritu?

-La irrealidad de un pez flotando en el aire no me interesa. He hecho montajes, pero siempre con aerógrafo. Por ejemplo, retraté a los arzobispos con una gran cruz en la mano y conseguí que levitaran. ¿Cómo? Les puse sobre un cajón y luego lo borré. Cuando agarraba el enorme crucifijo me preguntaban por qué y yo les contestaba que Cristo era grande y entonces se hacía el silencio. Luego me enviaban cartas poniéndome a parir, todos menos Tarancón y Monreal. Les respondía que nadie se quejaba por subirse a la tarima, y callaban como muertos.

-¿Se atreve a autodefinirse? Inició una carrera como pintor, fue arquitecto, le gusta escribir y ha sido tentado por la gran pantalla.

-Yo creo que soy un autor, lo de artista me parece una horterada.

-Ha dispuesto de un gran poder y lo ha ejercitado sin miramientos

-Me adula. Es cierto que nunca me ha fallado nada de lo que pretendido. Me han preguntado a menudo a quién haría un retrato. Una vez señalé que sentí no poder habérselo hecho a Picasso y que me gustaría probar con Dios. Soy agnóstico, pero eso es diferente de tener un ente superior.

-Ya conoce sus trucos. Creo que será difícil convencerlo. ¿No se ve como una especie de pintor de Corte un tanto 'sui generis'?

-¿Ante el que posaban los notables? Yo no he hecho sonreír ni he sacado guapo a nadie, ¿eso ni en sueños! La primera vez que fotografié a los monarcas, la Reina, que no me conocía, me pidió algún boceto y yo le llevé los dibujos de Goya sobre Carlos IV. Me miró horrorizada. Sólo le expliqué que seguiría esa estructura. A todos los modelos les pido únicamente que tuerzan la cabeza hacia un lado.

-¿De qué manera surgieron las cascografías, su trabajo más experimental?

-Tiré una foto arrugada y cayó al revelador, la metí en el fijador y la desembrollé. A partir de ahí, seguí explorando, me cargué la superficie lisa, lo que, por cierto, molestó mucho a los señores de Kodak cuando las vieron en el Festival de Arlés. También perseguí la volumetría, captando la imagen, muy ampliada, de cabezas de insectos desde diversos ángulos y montando posteriormente las instantáneas.

-¿Recorre el mundo con su cámara?

-No, no soy como Cartier Bresson, que siempre la llevaba encima. En mi vida ordinaria observo con mis ojos normales. El tercero sólo lo empleo ante objetivos concretos.

-¿Cómo se plantea sus proyectos?

-Necesito encontrar a quien les interese. Presento un presupuesto, altísimo, y luego la editorial plantea el suyo. Estoy trabajando en unas serie de paisajes negros para el Museo de Bellas Artes de Bilbao y ahora pretendo sacar adelante dos libros, uno en torno a Moscú y San Petersburgo y otro, que se llamará 'Black', alrededor el mundo del petróleo.

Fuente: Hoy.es


0 comentarios:

Template Design | Elque 2007

ir cabecerair cabecera