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CITA mes de Diciembre 2008

La reproduccion de la obra de arte no solo esta condicionada por la manera de ver del fotografo, sino tambien por la del que mira la fotografia.

Gisele Freung (La fotografia como Documento Social)

martes, 4 de septiembre de 2007

El imaginario de Chema Madoz

Robayera celebra su XX aniversario con las fotografías de 'El mundo de las diez mil cosas', una de las muestras más visitadas en la trayectoria de la sala de Miengo


MARTA MANTECÓN/

España.- En una reflexión sobre la naturaleza de las metáforas, Borges recordaba que los chinos llaman al mundo «las diez mil cosas», cálculo que a su juicio resultaba bastante razonable, pues no parece descabellado pensar que existan al menos diez mil unidades de casi todo. Continuaba su disertación definiendo las metáforas como la unión de dos cosas distintas y, con ambas premisas, deducía que podía calcularse una suma de metáforas posibles que asombraría a la imaginación: 10.000 multiplicado por 9.999, multiplicado por 9.998, etcétera».
Este relato acerca de la descomunal provisión de imágenes que el mundo proporciona tiene mucho que ver con las insólitas relaciones concebidas por Chema Madoz, uno de los fotógrafos más consagrados del presente, entre otras razones, por ese universo iconográfico poblado de metáforas, donde los objetos se transforman y proponen otra forma de mirar nuestros alrededores.

Se ha escrito mucho sobre su extraordinaria facultad para aproximar aquellas cosas que se encuentran alejadas en la mente: unas puertas que se convierten en una montaña de naipes, una cuchilla de afeitar en el ponticello de un violín y su estuche en un ataúd, un recipiente de cristal en un nenúfar...

En su genealogía se ha incluido todo un mosaico de referencias que van de Man Ray o de René Magritte a Marcel Duchamp, de Mallarmé a Ramón Gómez de la Serna y a Joan Brossa, y del mundo dadá al conceptualismo pasando por alguna que otra nota surreal. Su poética ha sido valorada recurriendo a figuras literarias relacionadas con el pensamiento analógico, símiles, metonimias, paradojas, retruécanos, tautologías o silepsis visuales y, sobre todo, metáforas. Se habla también de esculturas, objets trouvés, collages, asemblages, ready-mades rectificados o readymades a secas, para definir esos objetos híbridos que preceden siempre a cada uno de sus actos fotográficos.

Pero esta multiplicidad de calificativos conduce siempre a un análisis parecido, donde se apunta que lo que Chema Madoz fotografía es siempre una idea que resulta de la fusión de otras dos: la que proviene del objeto y la de la imagen a la cual se asimila. El fotógrafo encuentra aquello que tienen en común dos cosas distintas, generalmente una forma, pero también una función o un nombre, para después recrearlo y captarlo con su objetivo. Algunos objetos son utilizados tal cual, mientras que otros son. modificados o intervenidos.

Todo lo demás es tarea de la fotografía: la composición, el encuadre, la iluminación y, muy especialmente, el punto de vista. Son pequeñas falsedades concebidas o construidas para su retrato inmortal; ficciones que poseen una existencia efímera, tan efímera como el instante fotográfico. En la mayor parte de los casos, esos objetos dotados de nuevos atributos no tienen razón de ser al margen de la fotografía, dado que Madoz retrata algo que imagina, pero que no existe más que en la mente del autor, al menos en el origen del proceso creativo.

Su imaginario opera, por tanto, en la descontextualización del objeto corriente, que es conducido a una frontera en la que modifica su esencia, de modo que la misma imagen evoca dos cosas, pero cada una mantiene su independencia. Es lo mismo que advertía Octavio Paz cuando recurría a la metáfora de las piedras que son plumas para relacionar lo pesado con lo ligero: no hay transmutación cualitativa ni variación cuantitativa. Lo interesante de la fotografía de Madoz es que, sin ocultar el objeto supuestamente real, hace visible la imagen imaginada, donde referente y metáfora se funden en una sola representación. Las piedras siguen siendo piedras; sin embargo, también son plumas. Ambas realidades quedan yuxtapuestas en una nueva imagen en la que son lo otro sin dejar de ser lo que son. La mezcla de realidades distantes produce siempre el choque emocional, la perplejidad, porque de algún modo violenta el pensamiento lógico.

Las imágenes, advertía el nobel mexicano, son productos imaginarios que someten a unidad la pluralidad de lo real acoplando realidades opuestas, indiferentes o alejadas entre sí. Cuanto mayor sea esta lejanía más profundamente atentará contra los cimientos de nuestro pensar, porque la poesía, según sus propias palabras, no es otra cosa que entrar en el ser. Chema Madoz parece hablar de nuestra capacidad o incapacidad para asimilar el carácter contradictorio de la realidad, de ese temor a lo otro. y, gracias a su excelente oficio, lo hace combinando importantes dosis de ingenio y humor, con sencillez, cuidando al detalle cada una de sus composiciones, de manera que obtiene imágenes plásticamente eficaces, sin ruido, que a pesar de la sorpresa inicial acaban instando a una sonrisa y generando una íntima complicidad. Probablemente, la intensidad de esta relación radica en que guarda una estrecha correspondencia con nuestra propia naturaleza, pues tenemos dos ojos y sin embargo percibimos una sola cosa. La visión binocular permite superponer dos imágenes diferentes en una. Para ello cuenta con dos funciones básicas: la facultad de enfocar con los dos ojos o percepción simultánea y la capacidad de fundir ambas imágenes en una con la ayuda del cerebro, obteniendo como resultado la visión tridimensional. Con todo ello, cabe pensar que Chema Madoz opera con la metáfora dentro de la metáfora, ya que su fotografía no sólo contiene imágenes que nos remiten poéticamente a otras, sino que es en sí misma un reflejo imaginario de nuestros propios mecanismos de visualización. Pero además de dirigirse a la naturaleza física, incorpora una reflexión sobre la naturaleza de la fotografía, que es siempre la imagen de una imagen o una cita de las apariencias. De nuevo nos encontramos ante una metáfora dentro de otra. Chema Madoz trabaja con la imaginación pura, liberada y liberante, que diría Bachelard, sin establecer relaciones de causalidad entre un objeto y otro. Fue precisamente el filósofo francés quien afirmó que la fenomenología de la imaginación debía captar el ser efímero y qué mejor manera de hacerlo que a través de la cámara fotográfica, que atrapa certera el instante breve, el fragmento, lo fugaz, de paso que le confiere una dimensión atemporal. La fidelidad de Madoz al blanco y negro puede que también tenga que ver con esta idea: es cierto que produce cierta distancia frente a la realidad multicolor; no obstante, también es verdad que se aproxima mejor al territorio de la imaginación y de la ambigüedad. En su fotografía subyace cierta voluntad enciclopédica de catalogar las cosas del mundo, pero desde una perspectiva imaginaria que las dota de otra identidad. Construye así un álbum de objetos que desvían su apariencia, que se desplazan sobre la relatividad de las cosas -igual que cuando observamos las nubes buscando en su silueta la evocación de algo-, dado que todo depende del punto de vista desde el cual se mire. Acercarse a la fotografía de Chema Madoz implica reflexionar sobre ese vasto arsenal de imágenes y de signos que es el mundo.

La muestra de Madoz se exhibe en la sala Robayera de Miengo hasta el próximo día 15 en el XX aniversario de la galería municipal.


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