Centenario de Lola Álvarez Bravo
Este año no sólo es —para la cultura mexicana— el año de Frida Kahlo. Otra gran mujer, la fotógrafa Lola Álvarez Bravo (nombre artístico que Dolores Martínez de Anda adoptó al casarse con el también fotógrafo Manuel Álvarez Bravo) celebra el Centenario de su natalicio (Lagos de Moreno, Jalisco, 3 de abril de 1907).
Revolucionaria del arte fotográfico, innovadora de las búsquedas y rastreos estéticos de su tiempo, Lola Álvarez Bravo forjó escuela y dejó cimentada en la historia de la fotografía del siglo XX, toda una conceptualización y un estilo que la hicieron traspasar fronteras y ser celebrada en todo el órbe terráqueo.
En 1985 tuve el privilegio de entrevistar a la maestra Álvarez Bravo en su apartamento de la Avenida Juárez, frente al Monumento a la Revolución, en una larga velada que recogí en tres cassetes y de la cual, al concluir, la fotógrafa expresó: “Ahora sí, ya me sacó usted todo, ya dije todo. ¿Sabe qué? Esta entrevista ha sido totalmente diferente a las que me han hecho. Dije todo lo que siempre pienso en la intimidad, ¡y quién me iba a decir que ahora me explayaría tanto! Qué bueno… Conoce usted su oficio. Eso ni dudarlo”. Y es que habíamos hablado de muchísimos temas.
De hecho, la transcripción de la entrevista dio casi treinta cuartillas, en donde la maestra hablaba de todo: el oficio fotográfico que definía simplemente como “el ejercicio de ver”, pasando por el feminismo, el desnudo y la pornografía, la revolución y la democracia, el país de entonces (el México previo al terremoto de 1985), su situación política… Todo.
Fue exhaustiva, pero recuerdo que fue una de esas entrevistas que me marcaron no sólo profesionalmente, sino sensitivamente.
Lola Álvarez Bravo era una gran conversadora, apasionada por crear y vivir, y hacer de la creación una extensión fidedigna de la vida.
Ahora, en el año de su Centenario, reproduzco algunos fragmentos de aquella para mí entrañable entrevista con la gran fotógrafa mexicana, como un mínimo, pero necesario homenaje a su memoria.
—Maestra, ¿qué espera usted en un futuro?
—Ay, pues ya nada más morirme. Fíjese que ya me cansé. Espero que en el tiempo que me queda de vida, tengo 78 años, pueda seguir con salud para bastarme a mí misma y seguir trabajando. Y que mis facultades mentales —pocas o muchas— no falten ni me fallen. Eso es lo que espero de la vida.La mirada de Lola Álvarez Bravo es como un flashazo, como una lente que registra cada uno de mis ademanes.
Siento que me estudia, que me vivisecciona y tengo la impresión de que en su mente va grabándose, paulatinamente, nuestro encuentro.
¿Me regala un cigarro?
Me fumo hasta dos cajetillas diarias.Y claro, el cigarro.
Siempre la he visto retratada con un cigarro (en la mano o en los labios), que sostiene con fuerza la ceniza, que no la deja caer, como impidiendo un poco su extinción, así como una cámara que al momento fijara el acto, detuviera el tiempo y testimoniara cada instante.
La fotógrafa Álvarez Bravo se proyecta en el espacio que ocupamos (la sala de su casa) con toda la fuerza e inquietud que caracterizan su obra.
—Maestra, ¿de dónde surgen sus temas, podríamos decir que son obsesiones?
—Son ocurrencias… pero no obsesiones. Sólo busco realizarlas y encontrar a las personas adecuadas a mi imaginación.
—¿A raíz de qué o cómo surgen sus ideas, sus ocurrencias?
—Hay cosas inesperadas, las encuentro en la calle, o las veo y surgen. Luego luego tengo el impacto, la impresión. Me gusta la luz, la composición, el fondo, el ambiente… Hay un total con el que creo poder hacer una foto. Entonces la hago. Las cosas se encuentran, se topa uno con ellas. No hay más que aprovecharlas y ver y ver. Siempre. Al caminar, ver qué se encuentra.
—¿Hablaría usted de su estilo? Si es así, ¿cómo es éste?
—No sé, me es difícil hablar de mi estilo porque no sé cuál es mi estilo. De eso tendría que hablar otra persona. Tal vez sí tenga un estilo propio. Lo que procuro es ser bastante diferente a lo que hacen los demás fotógrafos. Busco tener un sello de individualidad que esté fincado en mi manera de ver y sentirme… de palpar las cosas. Es un total de sentimientos en el que entran la luz, la iluminación y, por supuesto, la técnica.
—¿A qué le llama técnica? ¿Cuál es la suya?
—Simplemente hago uso de la luz para llegar a la composición. Eso es.
—Se dice que el fotógrafo no tiene descanso.
—El fotógrafo adquiere, con el ejercicio de ver, una gran facilidad para descubrir la belleza aun en las cosas más simples, en aquello difícil de captar para la mayoría de las personas. El fotógrafo, con ese afán de ver lo bello y buscar la luz, siempre se encuentra con algo nuevo. Claro, para esto uno siempre tiene que estar alerta y descubrir ese mundo pequeño lleno de riquezas.
—La Ciudad de México, ¿qué le significa a usted?
-Esta ciudad es muy rica, pero muy difícil de trabajar para los fotógrafos por lo compacto que es el movimiento que le confiere su gente, sus ejercicios y la precipitación de la vida. Es una cosa bastante difícil. Entonces, cuando salgo a la calle, salgo a ver qué pasa… ¡y me persigno al salir!
—¿La han imitado?
—No, no creo que mi trabajo sea tan importante como para que me imiten, pero al ver por ahí muchos fusilamientos de lo que he hecho, he llegado a pensar que a lo mejor sí ha habido quien haya querido imitarme.
—¿Es usted feminista?
—No veo yo esa necesidad de estar siempre machaca y machaca con eso de las diferencias entre hombres y mujeres. En el tiempo en que empecé a trabajar, recuerdo, no se usaba que las mujeres trabajáramos y, para la gente, era insólito verme brincar con la cámara y corriendo de acá para allá. Así pues, las mujeres que entonces nos dedicamos a proclamar que teníamos que vivir, y que podíamos vivir de nuestro trabajo y hacer algo, salimos adelante. Por eso, creo que esta es la única forma válida de demostrar la femineidad que vale y puede: el trabajo basado en la dignidad.
—¿Se considera bajo alguna tendencia política?
—Siento que los derechos que tiene el ser humano deberían ser generalizados y generalizadores en todo. No sé cómo podría catalogarme en este sentido. No soy de izquierda, no soy de derecha. Podría ser más de izquierda que de derecha, pero creo que soy demócrata y, más que demócrata: humana.
—¿Tiene algún concepto especial sobre la amistad?
—Sí, la amistad es el privilegio más grande que puede llegar a tener el ser humano. Es muy difícil llegar a una real y verdadera amistad. Con las amistades va seleccionando uno su propia familia y en esa familia siempre hay alguien con el que uno se entiende mejor. Cuando usted tiene la comprensión y la amistad de una persona, tiene usted lo más valioso de la vida. He tenido, por parte de mis amigos, muestras de apoyo y, valga la redundancia, de amistad, verdaderamente inapreciables. Ni aun cuando me separé, y luego me divorcié de Manuel (Álvarez Bravo) mis amigos me dejaron navegar sola, siempre estuvieron a mi lado.
—¿Es usted religiosa?
—Soy católica, pero no mocha. Es decir, soy católica porque creo en Dios, fui bautizada, me casé por la Iglesia y todas esas cosas. Mas no voy corriendo ni a misa los domingos, ni a tomar ceniza, ni a cualquier cosa habitual en la Iglesia y en los católicos. Siempre tengo en cuenta a Dios, como en todas las religiones se le toma en cuenta y se cree en Él.
—¿Aceptaría que usted posee un espíritu muy jovial?
—Es otro de los defectos que tengo, fíjese. Como no tengo noción del tiempo, jamás me pongo a pensar en nada de esto, pero sí, soy jovial. Luego me doy cuenta que soy muy vieja nada más cuando me arreglo frente al espejo. Por fortuna, después se me olvida, porque cuando me acuerdo de mi imagen en el espejo, luego digo: ¡pero qué barbaridad, si ya estoy como para que me metan a un museo y no para andar en la calle con semejante espectáculo! Y creo, asimismo, que si no tuviera algo de juventud dentro de mí, no me aceptarían los jóvenes como me aceptan, ni serían mis amigos o alumnos… ¡o mis entrevistadores!
Lola Álvarez Bravo murió el 31 de junio de 1993. Su obra es patrimonio invaluable del arte y la cultura de México.
Fuente: Siempre.com
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